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viernes, 9 de noviembre de 2012

LA CRISIS DE TERESA

Teresa, nunca fue mujer afortunada, era la más pequeña de una familia de cinco hermanos y muy pronto tuvo que empezar a trabajar en su casa, ayudando a su madre y sirviendo a todos los demás de la familia, quienes entendían, que por ser la más pequeña, tenía que asumir las tareas de la criada de la casa. Se levantaba muy temprano y su primera obligación era poner el desayuno a sus hermanos, que se marchaban a trabajar, a ella, también le hubiera gustado, poder ir a la fábrica, pero al parecer, no era ese su destino. A veces lloraba por no poder desarrollarse como un ser humano normal, sólo podía irse a la cama, cuando el último de la familia, ya estaba durmiendo y ella había acabado de arreglar la casa y de planchar la ropa de todos. Así se fue desarrollando su niñez…su juventud…los hermanos se fueron casando, Teresa se iba convirtiendo en una mujer y aunque no muy bella, tampoco nadie pudo decir jamás, que no tuviera su encanto y además era trabajadora y simpática, con todo el pueblo. Los hermanos se fueron marchando de casa. Al principio, Teresa sintió alivio en su situación, luego vinieron los tiempos malos (si es que ella llegó a tener alguno bueno) a su padre, lo encontraron una noche, en una calle, nadie sabe lo que le pudo pasar, pero el frio había hecho estragos en su cuerpo, cuando lo llevaron al hospital más cercano, ya había transcurrido hora y media. A los cuatro días había fallecido, a causa de una pulmonía. En la casa, sólo quedaron la madre y la hija. Cuando entró a trabajar en la fábrica, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer, ella puso toda su voluntad, pero no siempre era suficiente, dos veces el encargado de la sección, le llamó la atención, por trabajos mal hechos, el hombre fue muy duro, la próxima vez, te irás a la calle Teresa. Cuando conoció a Ramón, su animo estaba por los suelos, en su casa, si antes no estaban sobrados, ahora, estaban pasando verdaderas estrecheces y la verdad es que a ninguno de sus hermanos, le iban las cosas como para poder ayudar a su hermana ya su madre, Ramón era un hombre joven (quizá, algo más joven que Teresa) él le enseñó algunos trucos, para que el trabajo, le saliera mejor y más deprisa, lecciones que Teresa aprendió enseguida y fue ganando puestos en la estimación de su encargado. Aquella tarde, cuando terminó la jornada laboral y fue a salir a la calle, no encontró la calle, encontró un río de agua, después de que hubiera estado lloviendo toda la tarde, Teresa sabía que su madre la necesitaba, así, que sin dudarlo, salió corriendo a cruzar la calle, con tan mala fortuna, que metió el zapato en un imbornal, cayendo al suelo, sólo Ramón llegó en su ayuda y la acompañó hasta su casa. Tres meses después, Teresa, se quedó sola y a los cinco meses, en una ceremonia íntima, se casó con Ramón. Si alguien pensó que a partir de aquí empieza una historia feliz, que se cambie al blog siguiente, ahora es cuando empiezan las penas. Cuando despidieron a Ramón, el hombre, no lo llevó nada bien, paseaba, jugaba a las cartas en el bar y a veces, iba a enviscar con Terencio, pero su moral, cada día estaba más deteriorada, cuando aquella noche, pasó la furgoneta de la basura, encontraron a Ramón, colgado de su propia ventana, en su bolsillo, estaba la citación de desahucio de su casa. La oscuridad de la noche, no le dejó ver, la oscuridad de la muerte. Teresa, encontró una casa vacía en medio de aquel monte y pensó que para morir, aquel era un buen sitio. Sin agua, sin luz, sin teléfono y sin ganas de vivir, así la sorprendió el domingo. Cuando entraron a su casa aquellos cazadores, Teresa, les dio lo que tenía, agua, pan y una pequeña tortilla, que hizo con los huevos de una gallina que le habían dado. Cuando terminaron de comer, encima de la mesa, le dejaron cincuenta euros. Atendió a mucha gente, poco a poco, todos llegaron a conocer, la casa de Teresa y cuando Dios apagó la luz de Ramón, encendió la de Teresa, luego llegó a conocer la felicidad. pepaherrero

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