Hoy, se ha celebrado "La fiesta de la catifa" y quiero contaros, como se ha desenvuelto la cosa. Después del gran susto que nos llevamos cruzando "El Mongó" la catifa necesitó una reparación y puesta a punto, para lo cual, no tuvimos más remedio, que tirar la catifa a lo alto del coche de mi marido y juntos con Ximet, acudir al taller de arreglo de catifas, sita en Petrer a la sombra del monte del cid, o sea, en casa de Celeste. Celeste, para la ocasión, ya tenía convocada a toda la familia, a su prima Sara y a su prima Julia, a los padres de las dos y a todos los de la familia.
Sara, es la última que llegó a la familia, aunque antes que ella, llegaron Paris y
un precioso conejo muy bonito, pero que no me acuerdo ni de su nombre, ni de la raza que es, de Paris, si que me acuerdo, que es una perrita chihuahua blanca como un pequeño copo de nieve y gran amiga tanto de Sara como de Julia a quien llama "prima" así que si tengo que volver a nombrar, a nuestro amigo el conejo lo llamare "sombra." la madre de Sara, es Sandra y el padre es Noé.
Julia, es hija de Natalia y de "Presbi." Como siempre, la que se lleva la paliza del trabajo de la casa, es Úrsula, la madre de Celeste y aunque todos tratamos de ayudarle, a veces la mejor ayuda, es dejarla hacer las cosas
El arreglo de la catifa, aunque en principio, parecía fácil, a la hora de la verdad, trajo más complicaciones de las esperadas, hubo de hacerse de nuevo todo el entramado, ya que la urdimbre, había quedado casi inservible, pero después de varias llamadas a Mohammed, que fue quien le vendió la catifa a la madre de Ximet, quien no cogía el teléfono ya que se encontraba apagado o fuera de cobertura, según nos dijo luego el bueno de Mohammed, es que estaba en el hospital, donde habían operado a su hijo de las piernas y ahora, después de nueve años y gracias a los Doctores y a Alá, su hijo podía andar por primera vez.
Escuchando hablar a Mohammed, todos lloramos de alegría y celebramos la noticia, como si hubiera sido un miembro de nuestra familia, también este buen hombre, limpiándose las lagrimas que no le dejaban hablar por la emoción, nos ayudó, dando a Ximet, las instrucciones para terminar de arreglar la catifa.
La prueba, tuvo lugar por todo lo alto (ya que se hizo por encima del cid y de los chaparrales) y llevando encima, a todos los que participamos en el arreglo, incluidas Sara, Julia y otras dos niñas más que durante toda la mañana nos acompañaron y luego ayudaron a poner la mesa a Úrsula. Ximet, vuelve a estar contento, y de nuevo hace planes para nuevas excursiones. Mi marido, se ha vuelto sólo a casa, para no dejar sólo a Ximet, yo lo he acompañado en el viaje de vuelta, que gracias a Dios, hemos hecho sin ningún problema, pero voy a estar tres días sin abrir los ojos para relajarme y que se me quite el susto que tengo.
pepa herrero
viernes, 25 de febrero de 2011
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