De nuevo en la carretera, adiós cordobita la llana el camino de los Omeyas, (la ruta empieza en Damasco, llegando hasta El Algarve,) Nos lleva de nuevo a Granada.../Corriendo van por la vega/a las puertas de Granada.../ Montilla, Cabra y su mirador, desde donde parece que ves toda Andalucía y si te fijas un poco, hasta crees divisar las murallas de Lugo...Priego, Alcalá la Real y un poco cansados de carretera mala, llegamos a Pinos Puente y dijo mi marido !ya estamos en Granada!.../Y en la vega del Genil tengo parda fortaleza/que será reina entre mil/cuando encierre tu belleza.../ A un tiro de piedra, el camino, nos lleva a Atarfe y allí, "La Mosca" aquel bar de carretera que decía mi marido: Aquí del guarro (cerdo) hasta los andares. Seguían con la tradición, los fogones, estaban todos ocupados por ollas y en cada una de ellas borboteaban las sabrosas viandas que desprendiendo cada una un perfume distinto, te decían que si dejabas una sola sin probar, saldrías de allí en pecado mortal. Nos tomamos nuestro tiempo, pero al final, salimos limpios de pecado, nos esperaba Granada, última etapa antes de coger rumbo a casa.
Y no creáis, que es difícil volver a hablar de Granada, en cada viaje, encontrarás algo nuevo, desconocido, o impresionante (esa es Granada.)Cuando de nuevo nos volvió a ver llegar, Chapi nuestro amigo, nos recibió como siempre con los brazos abiertos y allí en la acera del Darro, en la misma Puerta Real, transcurrió la última noche de nuestro inolvidable viaje a Granada.
Por la mañana, le pedimos el penúltimo esfuerzo al Simca, quien con todas sus fuerzas, tomó el paseo de la Bomba y por delante del cuartel de la Guardia Civil, cogimos el camino viejo de Cenes de la Vega y desde el momento que lo dejamos en adelante, siempre paralelos a las vías del tranvía, nuestro querido Simca, puso todo su empeño en subirnos hasta Monachil, muy cerca de las estrellas y donde para llegar y al faltarle el aire por falta de oxígeno, el coche le pidió a mi marido...Sólo en primera...Por favor.
Las gentes de Monachil, son como angelitos puestos allí para atender al viajero (entonces habían pocos turistas.) Manuel (un lugareño al que preguntamos) nos acompañó para enseñarnos un paraje, Los Cahorros de Monachil, que miedo y qué gozada, espero que hoy siga siendo ese paraje agreste y peligroso que era, siguiendo el curso del rio Monachil que nace en el pico Veleta. De sus puentes colgantes, no quiero ni hablar, en la vida he pasado tanto miedo ni tanto vértigo.
A la vuelta, su mujer nos tenía preparada una frugal cena; Gazpacho andaluz fresquito y jamón curado en la nieve. Cuando Celsa (la mujer de Manuel) empezó a cortar lonchas de un dedo cada una y a echarlas a las brasas, pensé !que poco les va a durar este jamón! Y después de pasar la noche en casa de tan encantador matrimonio y de visitar en "er Zeilla" (el seat 600) de Manuel, lo que iba a ser la estación de esquí, regresamos a Monachil y cogimos el camino para casa. Hogar...Dulce hogar.
pepa herrero
miércoles, 20 de julio de 2011
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