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martes, 19 de julio de 2011

VUELVO A GRANADA...VUELVO A MI HOGAR

Con gran pena, dejamos a Malaguita la bella y se me rompía el corazón, no sólo había dejado atrás a la niña que fui, quedó mi alma impregnada del espíritu andaluz, ese algo que te pone azogue en el cuerpo y te hace sentir por unos momentos como si hubieras nacido por debajo de Despeñaperros.

Mi marido, me propuso dar una vuelta un poco mayor y llegar hasta Córdoba, donde podríamos visitar Medina Azahara y como he dicho alguna vez "dit y fet." Saliendo por La Almogía, siempre cantando a voz en grito hasta casi perder la voz, llegamos hasta Antequera...Lucena...Montilla y como si de un paseo se tratara, en un periquete vimos llegar a Cordobita la llana. Hola Córdoba gentil, venimos a visitarte, queremos ver tus secretos, que sea algo interesante. Un día estudiaré Historia y de ti tendré mucho que contarle...

...Y Córdoba nos recibió. Como se recibe a dos amantes, fuimos a ver La Medina, aquella Medina Azahara que un día el primer Califa de Córdoba Abderramán III concibió sólo para él, sus mujeres y su gobierno, con el único fin de dejar atrás el bullicio de aquella Córdoba que en esos momentos era considerada, como una de las ciudades más importantes del mundo. Medina, me hizo soñar, el embrujo de sus ruinas sólo es comparable con el de volver un día a Granada. A ocho kilómetros de Córdoba y camino de la sierra, vivió Abderramán sus amores con Qurasiyya "la gran señora" su esposa y con sus concubinas, vio crecer su reino y su brazo vencedor y fiero, no dio tregua a ninguno de sus enemigos. La excursión me había dado mucha hambre y solícito mi marido, dijo de volver a Córdoba a comer, era tanto el hambre que yo tenía, que al llegar al cruce del camino que llevaba hacia "la llana," vi un cartel que decía, a la izquierda restaurante. Hice seguir a mi marido aquel camino (la boca, se me hacía agua) y empezamos a subir el monte, no sé cuantos kilómetros hicimos, pero mi estomago ya protestaba y al final sugerí dar la vuelta y poner camino a Córdoba. No hizo falta, a cien metros un cartel indicaba, a Córdoba por la derecha. A doscientos metros a la izquierda, restaurante "La Encina" mis ojos nublos de hambre, vieron en el nombre del restaurante a mi segundo apellido y allí que nos fuimos, entramos y bajo las ramas del gran árbol que daba nombre al destartalado local, aparcamos. Mi naturaleza, me pidió ir a hacer aguas al aseo, mientras tanto mi marido fue a la barra a preguntar si se podía comer allí, a lo que le contestaron que sí, que allí se podía comer "vaca." Que hambre tendría yo, que dije que sí que quería comer vaca, mi marido, pidió la carta y el barman, camarero, dueño y maître, con voz de ultratumba y rápido como un formula uno dejó salir de su boca una retahíla de platos que atontaron a mi marido más de lo que ya estaba...Creo que tienen salsa de "vaca con patatas" y chuletas de "vaca" él pidió salsa, yo pedí la chuleta. Para nuestra sorpresa, comimos algo que no podremos olvidar por larga que sea nuestra vida. La comida fue deliciosa.

Con la tripa llena y siempre cantando, llegamos a Córdoba y derechos, nos fuimos al Hotel Cuatro Naciones que mi marido conocía de antes, el hotel situado entre la plaza donde se encuentra la estatua del Gran Capitán y La plaza del Cristo de los faroles, era un recoveco en aquella calleja, donde sola sería incapaz de volver. Luego, vimos a Averroes...Maimonides...Séneca etc. filósofos y médicos cordobeses que a la sombra de la gran Mezquita, hablaban con algunos visitantes que por allí pasaban, de las grandezas del imperio que un día se desmoronó a manos de Boabdil el Chico a las puertas de Granada...Mañana a Granada... y a casa.
Pepa herrero

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