lunes, 24 de septiembre de 2012
NIEBLA
Cuando don Miguel de Unamuno, leyó este humilde articulo, bajó de su pedestal y atravesando la niebla, trató de persuadirme de que esto era plagio. ¡No! don Miguel y usted perdone, mí niebla, no tiene nada que ver con su niebla, ni entre los personajes que pueden o pudieran salir en ella, se parecerían a su Augusto, ni siquiera a su Rosarito, ni mucho menos a su Eugenia, esta niebla, soló es algo que a veces se ve en la ciudad de Benidorm y aunque Rosarito, se paseara por todo Benidorm, con su cesta de la ropa planchada, nadie podría relacionar a las dos nieblas.
Era una tarde del mes de abril, en los altos edificios de Benidorm, parecía que una de las plagas de Egipto, estaba penetrando por las puertas y ventanas de los apartamentos. A veces este es un fenómeno que se repite. La noche iba cayendo y por las calles, la gente lo tomaba a broma, pero la niebla invadía las calles que por momentos se iban llenando de gente, que buscaba el abrigo de la noche, para disfrutar de unas vacaciones bien ganadas.
La ocasión la pintan clara y aunque lo único que no había era claridad, Maykel abrazó a Mery y la empujó hasta el pequeño jardín, donde las plataneras, sirvieron para terminar de tapar, lo que no ocultó la niebla, tal vez aquellas pintas de cerveza tuvieran mucho que ver, pero la policía los detuvo desnudos, cantando y haciendo el amor, pronto tendrían que regresar a su tierra natal y tenían que descubrir nuevas sensaciones.
La niebla angustiaba a la mayoría de los viandantes, pensaban que por lo menos, era desagradable, no poder saber donde uno ponía el pie. En eso penaba Rino, mientras andaba por la zona de la Avenida del Mediterráneo, si no conociera tan bien la zona, pensaba que sería imposible, encontrar la ubicación del hotel Don Pancho. Casi a tientas, Rino llegó dos minutos antes de la hora prevista, la mujer, ya lo esperaba sentada en el taxi. ¡hola! Soy Rino…y besó en los labios a la señora, aunque más bien parecía que podía ser su madre. El taxi se perdió en la niebla, no pudimos enterarnos del final de esta historia.
Entre la calle de Tomás Ortuño y la calle Ruzafa, perdidos en el laberinto de callejuelas, Lino y Lucero, buscaban con afán a un “camello” que viajaba a bordo de una bicicleta y en la parte baja del sillín llevaba la mejor droga que se vendía en Benidorm su idea era después de hacer la compra, dar una vuelta por el casco antiguo a ver si en los bares de “ambiente”, se presentaba una buena ocasión. Y buscaron y cambiaron de un sitio a otro, la niebla, empezaba a clarear, como si fuesen fogonazos de un flas, se dejaban ver las ventanas iluminadas a esas horas, pero no vieron a los cabezas rapadas, que saliendo de la niebla, les acorralaron mientras con sus cadenas y demás aparatos de tortura callejera, los dejaron tendidos en la calle del amanecer. Si don Miguel mirase a través de su niebla, pídanle perdón en mi nombre, no lo volveré a hacer más. pepaherrero
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