miércoles, 24 de octubre de 2012
EL TREN
Estos son otros tiempos, aquí todavía existe la magia del tren. El lujo, la intriga, la necesidad y el engaño, viajan en nuestros trenes, piensen que en el tren viajan los que además de poder, no pueden quedarse quietos, los llama la aventura, el ¿Qué pasará? O el ¡vamos a hacer! Nadie viaja sólo por matar el aburrimiento.
Las personas encargadas del éxito del viaje, andan como pequeñas hormigas por los andenes de aquella vieja estación, las carretillas eléctricas se cruzan en su lucha por depositar en las entrañas del vagón de mercancías, lo que serán las viandas de aquellos viajeros, sibaritas y refinados, a la hora de la salida, todo estará perfecto. Michael estaba pensando en que pronto le llegaría la jubilación, si no conseguía su propósito, tendría que conformarse con arrastrar una vida de indigente, pero le salió la oportunidad y no pensaba desaprovecharla, tapado por varias cajas de alimentos, la caja que le habían confiado, era irreconocible, una caja más de los productos que harían las delicias de los viajeros.
Faltan veinte minutos para la hora de la salida, los viajeros van llegando y se acomodan en sus asientos, cada departamento, tiene sus asientos marcados y en los vagones de lujo, además de los asientos, las literas están todas ocupadas. Entraron a la vez Albert y Madame Claud, se saludaron como viejos amigos, por la mañana, habían coincidido en la gran banca de Montecarlo, al parecer los dos eran viejos clientes de su central en el principado de Mónaco. Albert dejó pasar a la dama y se descubrió la cabeza, su pelo limpio y brillante, dejó un suave perfume, que recordaba las aromas de los bosques del centro de Europa.
Los tres hombres llegaron arrastrando sus maletas, ninguno de ellos se molestó en preparar el espacio que debían de ocupar, al parecer, pronto abandonarían el tren, su viaje era corto…y quizás sin billete de vuelta.
En primera clase era donde más se notaba el tráfico de personas, era un guirigay de idas y venidas. Las dos niñas quinceañeras que pasarían las vacaciones con su abuela, que ya las estaba esperando al otro lado del país. Manuel, aquel español aventurero que no hace tanto, servía a la legión francesa y ahora vistiendo elegante traje, que por cierto, no le sentaba nada bien.
Cuando engancharon aquel vagón particular, todos se sorprendieron, primero retiraron a otra vía la mitad del tren, luego acomodaron el vagón de colores verdes con filos dorados y negros, luego volvieron a colocar los vagones que se habían llevado y dieron la orden de que el tren saldría en quince minutos.
Salía el tren de la estación, los arrabales de la gran ciudad iban quedando atrás, aquel pasajero pronto nos hizo ver a aquel Michael de la estación, había cambiado su ropa y al parecer buscaba a alguien, ese alguien lo encontró a él antes. Manuel no esperó ningún saludo de Michael, sin mediar palabra, puso en sus manos un sobre de gran tamaño y con suavidad, lo encaminó al vagón de mercancías, Michael entre los dos vagones, volvió a cambiar sus ropas y de nuevo con la ropa de factor, entró en el vagón de mercancías, cogió dos paquetes de alimentos, para el vagón restaurante y a la vez, la caja que había hecho llegar hasta el tren, nadie se dio cuenta de la maniobra.
En el vagón privado, estaban los más prominentes banqueros, se podría decir “la Mafia” del capital europeo, sólo consumieron champagne francés, poco tiempo después, llegaron los mandamases de algunos de los países más destacados de Europa, no parecían estar muy contentos, pero los anfitriones, los obligaron a beber con ellos, brindaron por como iban los negocios, repartieron algo de dinero y prometieron que aquello no sería nada para lo que iba a venir luego, por una fracción de segundo, se hizo la oscuridad al entrar en aquel túnel, al momento todas las lámparas del vagón se encendieron y en el segundo siguiente, la luz, se hizo brillante, deslumbrante, asfixiante, nadie escuchó la deflagración, el vagón voló por los aires, hubieron varios muertos más, además de todos los del vagón privado…pero, nunca más se escuchó hablar de aquel tren de lujo. pepaherrero
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