miércoles, 29 de febrero de 2012
LA RISA
Cuando formaba la compañía y el sargento de semana, se ponía a pasar lista, rara era la noche que no se produjera el hecho. Por mucho que mirara quien era el culpable, no había forma humana de conseguir que durante el tiempo en que tardaba en pasar lista, no empezaran a reír por un sitio o por otro, la risa se hizo gravemente contagiosa y las amenazas del sargento, tenían todo el efecto contrario al deseado. Aquel ayudante del sargento, tenía poco sentido del humor y todo lo pagaba, haciendo que la compañía se quedara formada hasta la hora de silencio.
Francisco, con sus veintiún años recién cumplidos, no podía evitar que cuando lo nombrara el sargento, le diera aquella risa tonta, tonta y contagiosa, que al momento de empezar a pasar lisa y cuando lo nombraba…!Francisco Acompaña! El recluta de detrás decía ¡a tú hija a la cabaña! Los ojos se le llenaban de lágrimas, y de tanto aguantar la risa, sufría arcadas, se ponía rojo como el rojo de aquel pendón que por la tarde arriaban tras el toque de oración y estallaba él y hacia que se contagiaran todos.
Azahara, formaba siempre al final de la formación, su talla no era de las más altas de la compañía y cuando los compañeros empezaban a reír y ella ya tenía claro que le iba a tocar estar hasta las tantas, formada y aguantando las risas de todos sus compañeros, no podía menos que pensar que aquel Francisco Acompaña, era el hijo de ruta más grande que había en el cuartel. Desde que empezó aquella broma estúpida, que pocas veces se había podido ir a la compañía a su hora y así era casi imposible tener tiempo para hacer todas aquellas cosas que una mujer, necesita hacer a diario, ya hacía cuatro días que no había podido escribir a su novio Manolo, en cambio él todos los días le dirigía amorosas cartas, que a veces quedaban sin leer en el fondo de su petate.
A la hora de partir la compañía hacia, su primera misión, Azahara, Cantos y Francisco Acompaña, eran del mismo pelotón y siempre que podían charlaban sobre su pasada vida civil y recordaban aquellos tiempos de ¡A tú hija a la cabaña! ¿Qué sería de aquel buen sargento? Cuanto sufrió el hombre por enseñarles todas aquellas cosas que después aprendieron y que tanto les sirvieron luego en su nueva vida profesional, es posible que sin aquellas enseñanzas, no hubieran salido con vida de los peligros que tuvieron que afrontar.
¡Paco! ¿Cuánto tiempo hace que me pediste que te dejara el cepillo de las botas? ¿o es que te lo quedas de herencia?...casi no había terminado de decir la frase, cuando el cuerpo de su compañero, la cubrió por completo, desde encima de la pequeña pared en la que se encontraba, saltó como si hubiera sido un gamo hacia su compañera, logrando que la pequeña pared, fuera el parapeto que le salvó la vida. Cuando se pudo quitar de encima a su compañero y vio que no le ocurría nada, tras un suspiro, empujo a su compañero, “oño” Paco que pesao que eres, si tenías ganas de meterme mano, la próxima vez, procura ser más fino…los ataques a veces se sucedían y la gente casi se llegaba a acostumbrar, quizás, para comerse su propio miedo.
Después de ocho meses en aquella misión, ya corrían vientos de que pronto, iban a ser remplazados y que podrían regresar a España, todavía de noche, tuvieron que salir a hacer un servicio, iban tres carros de combate con sus inhibidores y otros dos que no los llevaban, en cabeza y en la cola iban dos de los que sí llevaban y en el resto de la formación los otros tres, cuando el segundo carro hizo explosión al pisar aquella mina anti carros, el segundo de los carros donde viajaban los amigos, sufrió de lleno todos los efectos de la onda expansiva, cuando consiguieron llegar a donde se encontraban los dos amigos, al principio pensaron en que estaban muertos, pero luego, vieron que de nuevo Paco, había salvado la vida de Azahara, siguiendo las instrucciones de aquel viejo sargento, del que tantas veces se habían reído…!Francisco Acompaña!...!A tú hija a la cabaña!...pepaherrero
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