martes, 28 de febrero de 2012
LÁGRIMAS...
Teresa tiene setenta y seis años, sólo hace dos que sufre, pero es como si nunca hubiera sido feliz, cuando su hija Carla quedó embarazada, toda la familia sufrió una gran conmoción, Carla era la niña bonita de la familia, entre otras cosas, porque además de ser la más guapa de las jóvenes del barrio, además de ser la más alegre y trabajadora y además de ser el apoyo de cualquiera que tuviera problemas en el barrio, allí estaba Carla, para lo que pudiera ayudar…Pero, además, Carla, era ciega, nació ciega y nadie pudo hacer nada por devolverle la vista, aunque por su carácter, no parecía tener ninguna minusvalía sensorial.
Desde muy niña, Carla tenía claro que iba a ser abogada, estudiaría en el colegio de la O.N.C.E. y después estaría a disposición de quien la necesitara. Cuando Carla cumplió los diez años, dejó con su madre las tierras del Norte, poniendo rumbo a Alicante, donde al parecer estaba el mejor colegio para invidentes y aquella mujer, Teresa, no lo dudó ni un solo instante, lo único que le interesaba era su niña. En ella se gastó su pequeño patrimonio, en ella quedó la ayuda que su exmarido pudo darle, antes de declararse insolvente, en ella quedaron muchos pisos limpios por la fuerza de una madre, hasta que un día radiante, Carla consiguió terminar aquella carrera de derecho, de la que tan orgullosas estaban, tanto la madre, como la hija. Cuando Carla conoció a Rubén, su corazón dio un vuelco, nunca una voz tan dulce, había susurrado en sus oídos una sola palabra de amor, Rubén fue enseguida el dueño de su corazón, fue a la salida de aquel Juzgado, había defendido a una compañera suya, a quien la empresa se empeñó en despedir, debido a su gran minusvalía visual, por supuesto el resultado fue de despido improcedente y reincorporación inmediata en la empresa.
Rubén, ejercía su trabajo de guardia jurado en la entrada de los Juzgados alicantinos y cuando vio a Carla, su corazón dejó de latir, sus ojos quedaron obnubilados por la belleza de aquella abogada, de sonrisa dulce y mirada perdida. “señorita, no hace falta que se identifique, ya sé que es letrada” y la letrada y el guardia jurado, empezaron el juego, que poco tiempo después, terminaría en ceremonia en los mismos Juzgados, donde ambos prestaban sus servicios.
Cuando le dijeron a Carla que estaba embarazada, la alegría se hizo notar en todo el barrio donde vivía con su marido y su madre ya mayor, luego, a los cuatro meses de embarazo, le dijeron que su bebé, vendría con problemas, nadie…Nadie pudo jamás suponer, que aquel bebé tan querido y tan deseado, fuera el que causó tantos problemas a su madre y a su abuela. Carla, cuando dio a luz, tuvo una complicación durante el parto, que estuvo a punto de costarle la vida, si bien las atenciones de la residencia alicantina, de sus enfermeras y del médico que la atendió, lograron sacarla adelante, pero el niño, vino al mundo para sufrir y hacer sufrir a su abuela, que fue la que desde el primer día tuvo que intentar sacar adelante a aquel niño, que si hubiese sobrevivido, quizás hubiera sido la muerte de su madre, pero el tiempo que sobrevivió, sirvió para que su madre tomara fuerzas de flaqueza, pensando en su hijo y sin saber, que estaba condenado, sólo por el hecho de haber nacido. Hoy Carla, ayuda a su madre a sobreponerse y viven las dos juntas desde que Rubén, no fue capaz de llevar adelante todo el sufrimiento de la familia y haciendo a la inversa el camino de su suegra, se marchó de escolta al país Vasco y ya no se volvió a saber de él. Teresa, con la ayuda de su hija, está saliendo de aquella terrible depresión y a veces le cuenta a su hija lo guapo y lo despierto que era aquel nieto a quien tanto quiso. pepaherrero
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