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miércoles, 8 de febrero de 2012

RUNA...Y RUFOR

Cuando se conocieron, ya se amaban. En sus genes estaba escrito que aquel día, serían pareja para siempre y ni nada ni nadie, podía variar el rumbo de sus vidas, Runa era trabajadora, fiel, sencilla, fuerte y hasta si cabe, un poco orgullosa. Pero siempre tuvo claro que en aquella pareja, sólo Rufor tenía el mando. En su reino tenían de todo lo que una joven pareja podía necesitar, amor, trabajo, diversión y hasta sus momentos de crisis, aunque estos eran los menos pues lo más importante para ellos, lo tenían en abundancia. Su reino abarcaba una extensión tan grande, que a veces estaban días sin visitar todas sus posesiones, desde la sierra de La Pila allá en el Pinós por el Noroeste, hasta las estribaciones de sierra Aitana hacia el norte, pasando por el territorio de los Minset, hasta la majestuosa sierra del Cid y los Chaparrales y de regreso hacia el sur y llegando hasta La Peña de la Zafra, donde en época de necesidad tenían su despensa, toda la inmensidad de aquel territorio les pertenecía. Aunque no eran grandes madrugadores, siempre era Rufor, quien abandonaba antes el calor del nido y cuando Runa se despertaba, ya tenía preparado un suculento desayuno que le servía para coger fuerzas y seguir a su amado allá a donde quiera que fuera. A veces sus amigos “los Minset” les pedían algún pequeño favor, que la joven pareja, se desvivía por atender, llevadnos allí, traednos este encargo…Que gusto les daba, tener unos amigos tan serviciales. A veces Rufor obligaba a Runa a seguirle y le decía que iban a visitar “las tierras donde moran los Dioses” y se remontaban en las alturas y las nubes los saludaban al pasar y luego se quedaban tan, tan bajas, que apenas representaban a pequeños paquetes de algodón, sueltos en el cielo por un hijo juguetón de aquellos Dioses a los que venían a ver. La noche era cálida y aunque los dos dormían muy unidos, nadie conseguía que se despertaran, a veces la luna los miraba con envidia y lloraba la pena por sus amores perdidos…Runa…por favor, estate quieta que me vas a tirar de la cama…Runa, ¿te encuentras bien? La risita picarona de Runa, puso a Rufor sobre aviso, ¡aquí pasa algo gordo! Pero no era que pasara algo gordo, era lo que iba a pasar, con su juego de pestañas abanicando el ambiente y con su voz más melosa, preguntó la hembra a su macho ¿Rufor…tú me quieres? Es cierto que hacer el amor no era lo suyo, a veces el tiempo pasaba tan deprisa, que no podían pensar en eso, pero…¿Rufor…tú me quieres? Claro que te quiero, sabes que tú eres toda mi vida y…No está bien que yo lo cuente, además esto es una historia blanca, lo verde está en otros sitios, pero lo cierto y verdad que aquel otro día, cuando le dijo Rufor que si quería que fueran a…No mi amor ve tu sólo, es que me duele un poco la cabeza. A partir de ese momento, Runa perdió su alegría y no quiso volver a acompañar a su amado a visitar el mundo de los Dioses. Cuando el Magú de los Minset tuvo noticias de lo que acaecía, llamó a Cucor el Halcón y le pidió que le llevara con urgencia a visitar a sus amigos Runa y Rufor, el viaje fue fulgurante y en menos que canta un grillo, Magú ya sabía cuál era la enfermedad de Runa y preparando una pócima con unas hierbas que había traído, las hizo beber a Runa quien a los pocos momentos, ya se encontraba sino bien del todo, por lo menos mucho mejor.FIN DE LA 1ª PARTE DE 2 pepaherrero

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