lunes, 18 de noviembre de 2013
DAME UN SILBIDITO
Cuando Lolita conoció a aquel joven, no pensó que un día se podría enamorar de él, pero la vida es así, Dios propone y el diablo dispone, en la fábrica donde trabajaba Lolita, había otras quince mujeres, corrían la mitad de los años sesenta, Ramón al principio no llegaba a creer que su buena suerte le permitiera salir con la mujer más guapa y trabajadora del pueblo.
Se iba consolidando la amistad entre los dos jóvenes el tiempo que no estaban juntos, se les hacía largo, muy largo. Un día Ramón loco por estar con Lolita todo el tiempo del mundo, le propuso ir a buscarla a la salida del trabajo y aunque ello suponía en cierta manera el cierre del compromiso entre ambos jóvenes, después de consultarlo con sus padres, Lolita aceptó la proposición.
En casa de Lolita, cambió el flujo de la vida de la familia, que aunque vivían sin apreturas, el pensamiento de que tal vez un día la niña…a doña Lola, los ojos se le llenan de lágrimas al pensar que su hija un día podría tomar otro camino, pero cómo es ley de vida…ahora tenemos que trabajar más, hay que comprar el ajuar para la niña y si salen algún día, tendrá que tener algo de ropa…cuando entre Ramón en la casa, claro, será otro gasto más…
La relación entre la pareja iba viento en popa, cada día se querían más, él estaba loco porque llegara la hora de la salida del trabajo y esperaba estoicamente que diera la hora de la salida, ni el frío ni el calor eran capaces de hacerle desistir de su espera.
Tertuliano, el dueño de la fábrica, no había sido ajeno de los sentimientos de su trabajadora favorita, pero al darse cuenta que a veces la joven ponía alguna excusa para salir antes, decidió que si algún día se lo pidiera, dejaría que esperase dentro de la fábrica aquel joven que cuando llegaba enviaba su silbidito en señal de que había llegado. Si por cualquier circunstancia, aquel día tenían que trabajar hasta un poco más tarde, venía la excusa. Mire jefe…Podría hoy salir un poco antes…es que tengo que estar pronto en casa…mí madre…¡no! no estaba dispuesto a que el trabajo no saliera a tiempo y habló con su empleada, mira Lolita, cada vez que escucho el silbidito, a tú madre le da algo, así que para que no sufra tanto la pobre, dile a Ramón que entre y te haga compañía hasta la hora de salir. Y así se hizo, pero el silbidito quedó cómo contraseña entre ellos y hasta que Ramón cumplió los setenta en que ya no pudo conseguir que sus labios y su lengua se concertaran para hacer el silbidito, siempre supieron cuando su querido Ramón llegaba.
Hoy la nieta de Ramón y de Lolita, en vez de escuchar el silbidito, comunica por whatsapp con muchos amigos y amigas pero con quién más pega el whasapp es con Alex, ¿a done se fue el silbidito.? Alex es…pero eso ya es otra historia. pepaherrero
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