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domingo, 10 de abril de 2016

NO LO LEAS, NO ES IMPORTANTE

Cuenta la historia, que después de la batalla el jefe del ejercito contrario, fue condenado a muerte por daños hechos al pueblo. El jefe de la tropa vencedora, había tenido informes de que el reo, se había valido de su poder, para expoliar a su pueblo y robar a manos llenas.
Delante del tribunal que lo juzgó. El hombre de rasgos amables y palabras suaves, dirigiéndose a sus juzgadores negó los cargos que se le imputaban. Y para demostrar la verdad de sus palabras, dijo que llamaran a la primera persona que vieran de su pueblo y le pidieran que se ofreciera como rehén, para permanecer preso y si en el tiempo marcado para hacer la gestión, el reo no volvía, ser él el ejecutado.
A la primera persona que le pidieron correr semejante riesgo, no lo dudó ni un sólo instante. Entregando a su esposa los niños que llevaba en brazos, se entregó a los guardias a los que acompañó hasta la mazmorra donde se encontraba el condenado y uniéndose en fuerte abrazo, ocupó el sitio del condenado.
Pidió un largo plazo para poder demostrar su inocencia y partió a lomos de brioso caballo, al que pensó que no dudaría en hacer reventar, con tal de dar justa prueba de su inocencia y poder salvar así a hombre que ni siquiera conocía y se había prestado como garantía para poderlo demostrar.
El tiempo, pasó inexorable. La fecha pactada con el reo llegó. El verdugo hizo los preparativos y el padre de familia, después de abrazar a sus hijos y darle a su esposa la forma en que debía educarlos, miró a los cielos y rezó por el hombre que le pidió servir de rehén. Ni por un momento pensó que no volvió para eludir su castigo. Algo muy grave tuvo que haber ocurrido.
Redoblaron los tambores el verdugo preparaba los aperos de su trabajo. El pueblo se negó a asistir por la fiesta que luego habría. Los llevaron a la fuerza y el pueblo lloraba, nadie creyó que el hombre bueno que un día les mandó, no volviera sin un gran motivo para hacerlo.
La cuerda que tenía que colgar al reo rehén estaba ya en su sitio, agitándose al viento. Las autoridades en sus lugares de honor, tenían claro que iba a morir un inocente. Nadie se dio cuenta de la polvareda que a lo lejos venía del norte, nadie se dio cuenta que la gran polvareda en un momento dado se hizo mayor y como si hubiera habido un estruendo se hizo grande y se paró.
Todos vieron entre la gran polvareda levantada en el camino, salir un hombre corriendo y tambaleándose. ¡¡ALTO, ALTO,!! su fuerte voz tronaba y el eco la llevaba más lejos. Todos quedaron con la boca abierta (llenándoseles de polvo.) El caballo, había caído muerto y el hombre, había salido herido, pero con todas sus fuerzas, corría y corría, mientras su garganta, no dejaba de gritar ¡¡ALTOOOO, ALTOOO.!! Casi sin fuerzas el hombre llegó hasta donde estaba preparándose la muerte de su fiador. El cayó de rodillas delante del Juez que lo condenó y con las pocas fuerzas que le quedaban dijo...
¡¡Señor!! de rodillas os pido con toda mi humildad que no matéis a mi fiador. Ha muerto la persona dueña de los datos que me hubiesen permitido demostrar mi inocencia, mi caballo ha muerto reventado para que yo llegara a tiempo, no he podido correr más deprisa y aunque la hora ha pasado, por favor y por la vida de sus hijos os pido que le perdonéis y me ejecutéis a mí.
El Juez, reunido con los gobernantes y con los otros participantes en el juicio ACORDARON: que un hombre tan querido por su pueblo. Y capaz de hacer el sacrificio que este hizo, para llegar a su negro destino, nunca podría ser una mala persona. Por lo que decidieron en aquel acto, perdonar al condenado y al hombre que se ofreció para ser su rehén. Después de esto gratificaron al hombre y al jefe de aquel pueblo le dieron el puesto de Ministro de Justicia. Murió de viejo ejerciendo su ministerio y querido por los dos pueblos. Gracias
      


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