Así, se empieza el viaje, ¿cómo acabará? Salimos sin rumbo fijo (aunque sabíamos que teníamos que ir a Barcelona) pero la carretera es tonta y a veces te lleva a sitios en los que no habías pensado. Salimos de "La Coveta" y la primera parada no pudo ser más cerca, en el Mesón Maigmó mi marido tenía la boca seca y le apeteció parar a tomar un cortado y como fui yo la que le dio la idea de ir por allí, me tocó pagar a mí. Al pasar por Alcoy (cosa que ya no se hace) también paramos en Mercadona (a ver si compramos "algo para el viaje" y las últimas picotas, se vinieron a conocer mundo con nosotros.
Al llegar a Valencia, tomamos la naranja recién exprimida, hizo "pipi" la perra y ¿por qué no? camino de Teruel. La carretera, se deslizaba bajo las ruedas de nuestro "Xarita Picasso" como una cinta de terciopelo que con todo mimo acariciaba el ronroneo del motor. ! No te pares en Teruel, sigue para Zaragoza! Y de nuevo la ruta se abría sin dejar pasar un momento para las risas y las sonrisas por las gracias de la perra. Al llegar a Calamocha, el hambre que ya apretaba dijo ! hasta aquí hemos llegado! y quitándole las llaves de contacto al coche (que no supo ni que decir,) nos dejó a las puertas de una gasolinera donde parecía por los clientes que tenía, que no debían de atender mal del todo. Mi marido, se fue a preguntar si podíamos comer con la perrita, a lo que un camarero con el acento socarrón de la tierra, le preguntó ¿cómo quieren que se la cocinemos? pobre París, que cerca estuvo de ser cocinada en "salsa maña." Una vez deshecho el entuerto, nos dijo que no había problema allí a la sombra de la carpa. Mientras mi marido leía la carta, yo fui a lavarme las manos sudadas de llevar a la perra la mayor parte del camino, al entrar en el salón de la cafetería, vi que a casi todos los clientes, les servían lo mismo y eso mismo, fue el plato que pedimos para los tres, se trató de una apetitosa bandeja de jamón y queso, que sólo sirvió para mojarnos un diente (el resto, se lo comió la perra. Malvada) a la segunda bandeja, ya le fuimos tomando el gusto y la tercera, fue la que disfrutamos de todo su exquisito sabor y antes de su perfume. Después de tomarse su preceptivo café mi marido y de cumplir con sus obligaciones la perrita París, con el frescor del coche y dando un paseo, llegamos hasta Zaragoza y allí decidimos hacer noche.
pepa herrero
martes, 23 de agosto de 2011
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