Se abrieron las puertas de Palacio y una pléyade de hombres y mujeres, fueron inundando las salas preparadas al efecto, para recibir a aquellos chamarileros, que entre número y número de su espectáculo, trataban de vender la mercancía que habían traído desde los cuatro puntos cardinales.
Cuando Arjumand Bano Begum, tapó su rostro para ejecutar el baile que la había hecho famosa desde las fuentes del río Yamuna, un silencio de respeto y admiración, hizo que un escalofrío recorriera la columna vertebral de todos los presentes. Hombres y mujeres, admiraban y respetaban a la joven que al ritmo del silencio, se dirigía al centro del salón y tras una leve reverencia al príncipe heredero, la música se hizo dueña de la voluntad de la que pronto sería; Mumtaz Mahal (la joya del palacio.)
El ritmo fue increscendo, el cuerpo de aquella niña, no parecía humano, más parecía algo etéreo y sutil, que al compás de la música, iba volviendo loco a un príncipe, que a los quince años, vio abrirse el amor en su vida.
No te olvides mi príncipe, que eres el heredero y por tanto, tu obligación, es casarte con una princesa de sangre real. Antes que hombre, eres príncipe y tu destino lo marcó tu nacimiento. Aquella niña que fue su primer amor, vio como su amado, era casado con su princesa de sangre real y no pasó mucho tiempo, cuando Arjumand, recibió la visita del secretario de palacio, para pedirle, que fuera la segunda esposa de su amado príncipe.
Cambió su vida, cambió su trabajo y ahora ya es Mumtaz Mahal para siempre, su príncipe la adoró durante toda una vida llena de felicidad, felicidad rematada por el nacimiento de los trece hijos que el Díos Shiva (el Dios de la danza) les dio para premiar su amor. Una noche Sivha, se apareció a Mumtaz y le pidió que no tuviera más hijos, para no poner en riesgo su vida, pero poniendo por delante el amor a su marido, volvió a quedar encinta, el parto fue difícil, la joya del palacio dejo de existir en los brazos de su amado, a quien su primera petición, fue que se casara de nuevo y tratara de ser feliz.
No conoció el príncipe a ninguna nueva mujer, su vida se fue apagando con el recuerdo de su amada, a la que dedicó esa obra Maravilla de la humanidad, que llamamos TAJ MAHAL.
pepa herrero
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