Mientras tanto, el pueblo “Minset” está reunido y piensan en salir a buscar al hijo de sus jefes, han preguntado a dos mirlos negros, que en la rama de un árbol, tratan de arreglar sus problemas domésticos, al parecer sin conseguirlo, los mirlos quieren ayudarles y uno dice que han visto pasar a “Yuné” por la mañana hacia el río, la otra, les asegura que cuando salió a comprar el butano, el niño corría detrás del camión y junto con otros niños, al parecer querían gastar una broma pesada a la familia de arañas que desde el final de la última época viven en una grandísima tela de araña con ascensor y aire acondicionado.
“Nadón” ya lo tiene claro, si el niño ha sufrido algún daño por culpa de los malvados “Lamamis,” les declarará la guerra y mientras él viva, no encontrarán sitio donde poder descansar. Mientras tanto, ha decidido hablar con el viento que recorre toda la montaña y le ha hablado de nosotros, para ver si podemos ayudarles a recuperar a su niño y le ha dicho al viento, que si le ayudamos y se lo traemos sano y salvo, está dispuesto a olvidar el que hayamos roto nuestro juramento y además, nos van a regalar una gran caja de “janta” que tanto le gustó a mi marido (y eso que no le gusta la bebida.)
Nada tiene de especial, vernos metidos en estos berenjenales y nuestros pasos, después de hablar con el viento, se dirigieron hasta el riachuelo donde el pequeño “Yuné” tenía la costumbre de ir a bañarse y nos dedicamos a buscar las huellas que nos dieran a conocer, que podía haber pasado. Aunque la investigación, no es lo nuestro, los datos que recogimos, parecían encaminarnos a una zona donde según nos había contado el viento, era posible que nos encontráramos con alguien del pueblo Lamami, que siempre habían sido los enemigos del pueblo Minset. Algo debió de pensar mi marido y tirando una gran piedra al río, pudimos cruzar a la otra orilla. Después de andar un buen trecho, le preguntamos al búho “Nazar” si había visto a el niño, el búho en lo alto de su rama, no estaba para que le molestaran, pues ahora entre dos luces, era cuando mejor podía ganarse el sustento cazando para él y para otros no tan trabajadores, pero que le pagaban bien por su trabajo. Dejando su observación y dando un giro de ciento ochenta grados a su cuello nos dijo: Si queréis llegar a tiempo de salvar a “Yuné” seguid la trocha de la derecha y prestando mucha atención, mirad a la altura de donde se encuentra el panal de las abejas y veréis (si es que todavía sigue con vida) al prisionero del pueblo “Lamami,” a quien han capturado después de una dura pelea.
Pepa herrero
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