jueves, 10 de octubre de 2013
EL ABUELO VÍCTOR
Su barba blanca, su gorra de lado y su eterna sonrisa, eran las señas del domicilio del abuelo Víctor, todos en la ciudad lo conocían, desde que empezaba a hacerse de día, su imagen era casi omnipresente, mientras era la hora de la descarga en el mercado, allí estaba el abuelo, él ayudaba a llevar la mercancía desde la lonja hasta los puestos de sus amigos, pero un mal día, Domingo se llamaba aquel guardia, le dijo al abuelo Víctor, “abuelo, o me trae los papeles, o lo tengo que sancionar, usted está trabajando en negro, mientras otros trabajadores que sí que pagan sus impuestos, están parados…pero Domingo, tú sabes que yo sólo trabajo para tres amigos y no les cobro, sólo me dan algo de la mercancía defectuosa y yo se lo agradezco…pues por contestar a la autoridad, no tengo más remedio que ponerle una sanción de setecientos cincuenta Euros y si me vuelve a contestar, será de mil quinientos”.
El abuelo Víctor cayó enfermo, estuvo casi cinco días sin aparecer por el mercado, la gente que lo conocía se hacía cruces de cómo se había quedado el pobre hombre, las fuerzas lo habían abandonado y donde antes había un anciano de luengas barbas y ojos simpáticos, hoy parecía que lo estuviera esperando la muerte, pero el abuelo Víctor, era un luchador nato, se despidió de sus amigos del mercado y les prometió que se iba a cuidar, en el barrio, dejaron de ver su imagen paseando cerca de los colegios, ya los caramelos no llegaban hasta las manos de los niños.
El hombre estaba buscando en el contenedor de la basura, a nadie extrañaba el ver a alguien haciendo aquella faena, mucha era la gente que vivía rebuscando lo que otros habían tirado, un coche paró junto a los contenedores, del coche “destartalado” salieron tres chicarrones que rondaban los diez y siete años. Entre los tres, rodearon al anciano, al parecer no hablaban el español (o castellano) y si lo hablaban no tenían interés en ser escuchados, amenazaron al hombre, lo zarandearon y le quitaron lo que había conseguido durante toda la noche con todo su esfuerzo. Les quiso recriminar el que trataran así a un pobre anciano y el que parecía llevar la voz cantante, cogiéndolo de la raída chaqueta que le tapaba el frío, lo zarandeó y lo amenazó diciéndole a toda voz, que la próxima vez que lo encontraran buscando en “sus” cubos de basura, le cortarían las barbas y lo desnudarían.
Tres meses después de la muerte del abuelo Víctor, llegó a casa de Víctor Rejada (hijo del abuelo Víctor y Juez de la Audiencia de…) una sanción a nombre de su padre de mil quinientos Euros y al final de la misma y al mejor estilo de tiempos pasados decía, ¡!POR LOS PADRES, PAGARÁN LOS HIJOS!! pepaherrero
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