Ni que decir tiene, que hoy la Albufera de Valencia, no es lo que era. ¿Qué era? Y ¿Qué es? Hasta hace pocos años, la Albufera, se preservaba a sí misma, ella, sus moradores, sus ecosistemas y su idiosincrasia, tenían un status especial, que la preservaban del mundo foráneo y no dio nunca que hablar, hasta que aquel hombre que un día visitó acompañado de sus padres aquel coto cerrado y sus ojos fueron capaces de asimilar toda la belleza que el paraje encerraba y sin contar con nadie, quiso escribir sobre lo que pocas gentes conocían y su pluma se hizo voz y Tonet y Neleta, hicieron llorar a aquellas mujeres, que aún admitiendo que Tonet era un vago digno de su amigo Sangonereta. Neleta, tampoco era como para seguir su ejemplo. Y lloraron con el tío Cañamel, tan bueno y tan corn…Bueno, al menos él no lo sabía. Pero lo que es el abuelo del Tonet, sí que podía haber sacado un poco de punta al nieto, que lo único que consiguió darle, fueron disgustos y más disgustos. Si la “Borda” no hubiera ayudado al abuelo a anegar la Albufera para plantar arroz, otro gallo nos cantaría, pero Don Vicente, Blasco Ibáñez, sin afán por destruirlo todo, es que no dejó píe con bola. Y a otra cosa mariposa…
Aquella, es una historia del año mil novecientos…Y pocos, muy pocos. Hoy y ya cien años después, la Albufera, es una tienda abierta al público, pasando por la carretera del Perelló, los barqueros que antaño perchaban orgullosos por aquellos canales que para poder recorrer, era condición “sine qua non” ser miembro de la comunidad, y estar autorizado por el tribunal de las aguas, hoy venden sus “viajes” para turistas y las velas latinas y las perchas, se han perdido en el tiempo, pero las historias de Don Vicente Blasco, tenían que llegar, para después de la reconversión, poder esos restaurantes del Palmar ofrecer sus platos típicos de la Albufera y contarnos el cómo vivieron sus abuelos, las aventuras y desventuras de aquellos personajes y si pides buena comida, te dirán, donde enterró el malvado de Tonet al hijo de Neleta. Pero no, la Albufera es otra cosa y algún día alguien saldrá de algún sitio y pedirá que vuelvan los tiempos en que Tonet y Sangonereta, puedan salir de nuevo a pescar en aquellas acequias, que la suerte una vez al año y por sorteo, entregaba a los habitantes de la Albufera, que con su trabajo y con su amor (amor de pescadores) para que con su suerte, pudieran vivir y disfrutar del Edén que la vida había puesto a su servicio.
Pepa herrero
domingo, 2 de octubre de 2011
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