Cuando Nerea vio a aquel cisne negro, su memoria corrió veloz hasta los tiempos en que su madre, escuchaba cantar a su padre, aquella canción que en los años sesenta puso de moda un cantante de color, al parecer tan informal en sus compromisos profesionales, como bueno cantando, el cantante, era Basilio. La joven, había salido con su pareja a pasear por la Vega Baja alicantina y en su afán de hacer fotografías para un día poder pintar un cuadro de aquellos incomparables parajes, desde el Fondo de Elche hasta la frontera con Murcia después de pasada Orihuelica del señor. Fue muy cerca de Rafal, cuando bordeando la carretera, vio la acequia de riego, grande, profunda y con aguas revueltas al estar abiertas aquellas compuertas, con las que repartían las aguas entre los distintos regantes de la zona, que luego por gracia de estos riegos, el paisaje se llenaba de hortalizas y verduras de tantas clases, que tan sólo de pensarlo, la boca, se me hace agua. Fue al entrar en aquella revuelta de la carretera, cuando Nerea le pidió a Alberto que parase el coche, para ver si se podían hacer algunas fotografías, que valieran la pena. Con su pequeña cámara digital, se dirigió a la acequia y para su sorpresa, allí estaba…Cisne cuello negro…Cisne cuello blanco…La canción dice que se llevaba alegría y llanto pero estos (que fueron dos) sólo se llevaron en varias veces, el almuerzo que Nerea había preparado para ella y para su chico, como se rieron con los animalitos y con qué afán los dejaron sin sus viandas, pero eran tan entrañables…Eran tan hechos a engañar a los turistas que se acercaban a aquella acequia y les tenían tan poco respeto, que yo creo que además de no tenerles ningún miedo, se reían de ellos en sus jóvenes almas de cisnes.
La mañana iba transcurriendo sin muchas novedades, el paisaje dulce y manso, como el fluir de las aguas regando aquellos campos y el deseo de llegar a cualquier zona habitada, para poder tomar algún tente en pié, con el que poder suplir a los bocadillos que se habían comido nuestros simpáticos amigos. Muy cerca de Almoradí, junto a la estación de I.T.V. al girar en la rotonda, nos indicaron, que en el pequeño barrio, encontraríamos un sitio, donde en una vieja pastera, una hoguera encendida, lanzaba al viento efluvios tan perfumados, que a través del olfato, nos comimos todos los deliciosos embutidos de La Vega Baja, pero al parar el coche, nos llevamos la sorpresa de que nuestros bocadillos nos estaban esperando, junto con unas fresquísimas cervezas y a la hora de pagar, nos dijeron, que allí no pagaba nadie, que a aquella fiesta, sólo podían acudir los amigos y que todos estábamos invitados ¿??? Gracias desconocidos amigos, cuando volvamos, nos acordaremos de vosotros. Y hoy al positivar las fotos, me encuentro que en la acequia aparece este animal, en el lugar donde estaba mi bonito cisne cuello negro.
Pepa herrero
domingo, 23 de octubre de 2011
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