Si yo fuera crítica de arte, me cuidaría mucho de ver lo que tenía que decir de la obra del Maestro Bermejo. Gracias a Dios, sólo soy una aficionada a la pintura y no creo tener capacidad para emitir un juicio, sobre un tema que en general, es desconocido para mí. Quizás alguien (sin conocerme) podría opinar, que siendo el secretario de la Asociación, sería obligatorio decir algo bueno de él, vaya por delante mi respeto (grande) hacia su persona, pero en lo tocante a su obra, voy a decir lo que pienso, confesando que ni sería capaz de hacer esas nubes que el maestro es capaz de representar, rompiéndose para deshacerse en una fina lluvia, que trata de mojar a aquella diminuta figura paseando por la playa, con el único fin de dar una proporción al cuadro. A mí lo que me hace feliz ver en esa exposición, es el aire que no se ve, la brisa que hincha las velas de esos barcos que ante el riesgo de una gran tormenta, tratan de abandonar el mísero refugio, que un pequeño puerto desconocido le puede dar, para irse a alta mar, donde poder batirse cara a cara con la gigantesca mar arbolada y no tener que fiar a la suerte, su supervivencia. En esta exposición sobre la mar, sus barcos y sus gentes, creo poder disfrutar del aire que me faltaba, viendo las últimas exposiciones que en estos días hemos visto a lo largo de toda la provincia.
Y le digo a usted Maestro, que además del aire, mi marido ha descubierto en uno de sus cuadros, un lucero que no hay pintado, pero que en la distancia reluce y así se lo hizo saber a usted. ¿Puede ser que sin saberlo, esté indicando el camino a algún navegante? Cuando un cuadro está acabado, él dice lo que quiere y ni el pintor ni nadie, es capaz de obligarlo a decir otra cosa. ENHORA BUENA MAESTRO.
Pepa herrero
lunes, 17 de octubre de 2011
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Querida Pepa. Gracias por tu comentario sobre mi exposición. Un pintor nace cuando un artista de la palabra lo bautiza.Tu, junto a Barcala, Palmeral y algunos más que han hablado sobre mi obra,la habeis bautizado y ya puedes salir al mundo del arte, sin el pecado original de no saber como se llama. Ahora tiene tantos nombres, como vosotros le habeis puesto.
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