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domingo, 30 de junio de 2013

EN LA CLASE MAGISTRAL (DON J.A. POBLADOR)

Acuarela del río, que pintas de luces tan lindos paisajes…Ya había empezado el maestro, pero aunque tarde, me integré en su grupo. Él, hablaba de pinturas y de aguadas, para mí el idioma era Chino Mandarín, lo más que yo había llegado en acuarelas, es a ver, lo que el maestro Luis Sala, había pintado en la entrada del chalet de Carlos Bermejo en su fiesta del nenúfar, pero mí ansia por aprender, hizo que pronto estuviera con la boca abierta, escuchando con toda mí atención al maestro Poblador. Él, con su voz bien templada, iba explicando la forma de mezclar colores, la clase de distintas pinturas que se podían utilizar además de la acuarela pura, y mientras él hablaba a todos y cómo si fuera aquel Cristo que enseñaba a sus discípulos, poco a poco, el grupo de alumnos iba creciendo, la emoción flotaba en el ambiente, uno, preguntaba el porque de lo que mientras hablaba, pintaba el maestro y la paciencia de Don Juan Antonio Poblador, se ponía a prueba, no solamente, contestaba a las preguntas que se le hacían, sino qué a la vez y pincel en mano, hacía la demostración de lo dicho. Detrás de una pequeña obra de arte, de sus manos, salían otra y otra, que a su vez el maestro, iba regalando a sus discípulos, el grupo crecía y crecía, la plaza de Gabriel Miró era un clamor, aplausos para el maestro, risas, cantos y buen ambiente, dieron lugar a que pasado un tiempo, Don Carlos Bermejo, celoso del éxito del maestro Poblador, dio la orden del toque de fajina, la hora del almuerzo, la hora de reponer fuerzas y las fuerzas fueron entrando en los cuerpos de aquellos agotados pintores, que sedientos de saberes, pronto acabaron con las viandas que nos ofreció el maestro Bermejo. Todo volvió a su terreno, cuando la mesa del almuerzo, se quedó sin una copita de aquel vinito de moscatel y mucho menos algo sólido, que llevarse a la boca, de nuevo reemprendimos la lección magistral, Don Juan Antonio, además de hacernos la mañana muy agradable, nos prometió que en otras ocasiones, se repetiría la lección y con esa condición, me fui a buscar a mí marido, que por aquel tiempo, ya estaba perdido y “dando carrete” y sin dejar trabajar a los compañeros, pero la cosa era más grave, se me había perdido el marido…lo salvó la campana, la campana del móvil, cuando después de llamarlo, me cortó la llamada y pronto se puso bajo mis órdenes, la comida había que hacerla y la hora era pasada, con muchas ganas de volver a repetir la experiencia, nos fuimos a coger el autobús y mientras llegábamos a casa, nos volvimos a preguntar una y mil veces ¿Qué tendrá esta asociación? ¿será la droga del vinito de moscatel? Gracias maestro Juan Antonio Poblador, por esta mañana y por otras que con usted hemos disfrutado, con admiración. pepaherrero

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