EL CERVATILLO
Estaba tan, tan lejos aquel reino, que sólo llegaban a él o los muy viajeros o los muy desesperados. Los muy viajeros, llegaban con la intención de poder hacer negocios y ganar dinero. En aquel país, las cosas iban muy bien, los reyes, rodeados de unos buenos gobernantes, siempre procuraban por sus súbditos, a nadie le faltaba de nada y aunque los vientos de bonanza, parecía que dejaban de soplar, debido a los problemas surgidos en todas las comunidades de la zona, nadie podía pensar que un día aciago podía llegar, en que por los problemas de los demás, las cosas podían cambiar.
Pero siempre no es primavera y el viento de otoño, hizo caer las hojas de los arboles, la sequía se cebó con la agricultura y por si fuera poco, los cobardes dirigentes de los otros reinos de la zona, se empeñaron en echar las culpas de todos sus males, a los productos que de aquel reino salían, les acusaron de malversar sus caudales, de no llevar unas cuentas claras y de producir poco y mal, de engañar con su construcción, cargando unos costes disparatados, (pobre país) mintieron hasta que llegaron a crear unas dudas razonables, para que los otros vecinos, no confiaran en aquel reino y cuando el gran visir del reino, quiso tomar cartas en el asunto, porque alguien le había dicho que había crisis, nadie le ayudó a poderla superar y aunque él sí que ayudó a todos los que se quedaron sin trabajo (¡que dicen que fueron más de trescientos!) a todos les dio para que pudieran comprar pan y sardinas para toda la familia. Hay quien llegó a decir, que la gente se quejaba de que con los cuatrocientos Felerines que les daba al mes, no tenían suficiente para pagar las escuelas de los niños, el agua, la luz, el alquiler, los impuestos, las multas por lo que sea, además de cincuenta y siete cosas más, que le prohibieron decir al cronista, bajo pena de sedición.
Como todo en esta vida no puede ser malo, mira por donde, un día andando por los jardines de palacio, la princesita, vio que aquellas matas se movían y aunque el miedo la hizo ser muy prudente, hasta las matas llegó y ¡oh! Sorpresa, con su carita de pena y lamiendo sus patitas, la princesa, encontró y se llevó a casa un pequeño cervatillo. En casa, todos se pusieron muy contentos y por supuesto, que el rey permitió a su pequeña princesa que se quedara con el animalito…Cuanta felicidad llevó a aquel palacio.
Los años, transcurren raudos y el pequeño cervatillo, haciendo las delicias de aquella maravillosa familia, ha ido creciendo, pero al aumentar sus fuerzas y no saberlas medir, aquel día aciago, entró en el jardín del palacio vecino y jugando, jugando, rompió las ramas de todos los cerezos, de los jardines, no dejó nada…Total que dejó un daño por valor de más de cinco millones de Felerines.
Cuando el justísimo y altísimo rey, tuvo noticias de lo ocurrido, no culpó de ello a su querida princesa, ni pensó tomar represalias contra el simpático cervatillo. Él al fin y al cabo, no tenía culpa de que lo hubieran dejado suelto y sin saber lo que hacía saltó el seto del jardín y allí mismo la lió.
El buen rey, después de hablar con el nuevo visir, (al otro, ya le habían cortado el pelo, por no enterarse de nada) decidieron y así lo hicieron, que su majestad, pese a no tener un gran capital (con lo poco que ganaba, a veces ayudaba a sobrevivir a su pueblo) se comprometió a hacerse cargo del cervatillo, para que nunca jamás, volviera a hacer de las suyas y por supuesto, con la ayuda de su pueblo y de su gobierno a pagar los gastos que el animalito había causado al palacio vecino. Moraleja: las princesas, no deben recoger animalitos sueltos. Pepaherrero
P.S. gracias a todos los que me leéis, para mí sois mi orgullo. Esta historia que no tiene nada que ver con la realidad, la cuelgo hoy y me despido hasta el próximo lunes que ya empezaré de nuevo con el ritmo normal. Besos a todos
viernes, 6 de enero de 2012
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