Hace muchiiiisimos años, vivía en la Albufereta de Alicante, en una choza hecha de las maderas que llegaban a la orilla de la playa, de los viejos barcos que desaparecían en la mar, un viejo pescador, que tenía tres nietos. Cuando tenían la suerte de pescar, comían de lo que pescaban y el resto, lo ponían en sal para conservarlo y los días que no entraba ningún pez a su red, echaban mano del pescado seco que tenían.
Hubo un largo periodo de tiempo, en el que no pudieron coger ni un solo pez y más de una noche, tuvieron que comer racimos de estrellas para matar el hambre y era tanta el hambre que llegaron a pasar, que un buen día, el mayor de los hermanos, de tanto hacer fuerza con el cerebro, intentando encontrar la forma de llenar el estomago, se le encendió una luz en su cabeza y decidió que deberían poner rumbo a otras zonas, para ver si en otros sitios, aunque fuesen más peligrosos, podían coger algo con lo que saciar sus vacios estómagos. Como el hambre, no sabe de peligros, izaron la vela latina de su pequeño barquito y pusieron rumbo a las procelosas aguas de la maldita isla de Tabarca, donde decía la leyenda, que entre el cabo de Santapola y la isla, había grandes remolinos que en ocasiones, se habían tragado las barcas de los desesperados pescadores a los que el hambre y la necesidad, habían llevado a la zona. Conforme se acercaban a la zona peligrosa, la mar, se encrespaba, las nubes bajaban hasta la altura del agua y los vientos que llegaban de los mares de Cartagena, ululaban, cortando la respiración de nuestros aguerridos pescadores, quienes en más de una ocasión, estuvieron a punto de cambiar el rumbo de la barquita y regresar a la albufereta. Pero el Poseidón de aquellos mares, tenía muy en cuenta quienes eran los que eran capaces de arriesgar su integridad y al momento, un suave lebeche, hacía retroceder al malvado cartagenero, dejando expedita, la vía por donde mejor se podían calar las redes. Al hacerse la calma en la mar, nuestros pescadores vieron, que el Dios de aquellos mares les quería ayudar y sin pensarlo dos veces, allí mismo, calaron sus redes. El abuelo y los hermanos pequeños, cuando hubieron calado los aparejos y después de disfrutar del último pescado que tenían de reserva, se pusieron a dormir, mientras Blayet el mayor, oteaba el horizonte, siempre pendiente de cualquier novedad que les pudiera sorprender. Cuando pensó que ya era llegada la hora de recoger las redes y después de haber estado pensando, en cosas de las que tenía llena la cabeza, llamó a sus hermanos y a su abuelo, para entre todos, poder retirar la pesca (si es que la había.)
Cuando entre bromas y risas, intentaron subir las redes a bordo, comprobaron con sorpresa que con todas sus fuerzas, no tenían suficientes para poder izar la pesca que las redes arrastraban y valiéndose de trucos de pescadores y arrimando el hombro hasta el abuelo (cosa que nunca hacía) vieron como las redes iban subiendo poco a poco, hasta llegar al borde de la banda de estribor y con gran sorpresa, vieron que uno de los peces, tenía la mitad del cuerpo de pez, pero la otra mitad, era el torso de una hermosa mujer, quien agitando su mojada melena y dirigiéndose a Blayet, le dijo ¡Hola joven pescador! Mi nombre es Neleta y soy biznieta de Poseidón el rey de estos mares, si no me hacéis daño, os acompañaré hasta vuestra playa, seré vuestra amiga y conseguiréis unas capturas de peces, que sin dañar al mar, conseguirán que vuestra suerte cambie.pepaherrero
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario