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jueves, 19 de enero de 2012

NOCHES DE BOHEMIA EN TORREMOLINOS 1ª PARTE DE 2

Él era tan joven…cuando me cuenta sus historias, mi corazón se ensancha y hasta me parece haber sido su compañera de correrías. Su trabajo en su pequeña fábrica de zapatos en Elda, le obligaba cada tres o cuatro meses, a salir con rumbo a Andalucía en el duro intento de vender zapatos y dar trabajo a los hombres y mujeres que confiaban en los tres hermanos, uno viajaba Galicia, (Antonio) otro Cataluña, (Pepe) y a mi marido, le tocó viajar por el reino de María Santísima, cuatro maletas de muestras, una maleta de ropa, un billete kilométrico en tercera, mucho calor, mucho frio y pocos años, eran todo su bagaje.
Hoy, el viaje, empieza y acaba en Malaguita la bella, a las doce de la noche, pasaba el tren por la estación de Elda y desde allí hasta Alcázar de San Juan, era la primera odisea, el calor lo aguantaba bien pero cuando llegaba el frio, la estación de Alcázar, no era la mejor para esperar en el andén, pero como además no era el único que salía a viajar, siempre se encontraban unos cuantos viajantes, amigos o conocidos. Y la mejor manera de luchar contra el frio, era tomar un buen café con leche bien caliente y montar la timba. Al chinchón, se jugaban las perras, las partidas aunque entre amigos, no tenían nada de amistosas y hasta había viajantes, que ganaban más dinero con las partidas, que con las comisiones que les pagaban los fabricantes.
Aquella noche y en contra de lo que tenía por costumbre, el chinchón, fue su amigo y ganó casi trescientas pesetas (en aquella época, en el hotel en Málaga, les daban pensión completa por cuarenta pesetas) pero los hados del juego, o quizás fuera la luna que lo cuidó, siguieron ayudando al chiquillo, avisaron que el tren, no llegaría hasta las once y media, los jugadores siguieron con su timba, sin ninguna prisa por desayunar, pero a mí chico, le gustaba más comer que jugar, así que invitó a una ronda de cantueso a los jugadores y se fue a la barra a tomar su desayuno, a los dos minutos, se le presentó su amigo (vendedor de billetes de Renfe) Casimiro Abengozar, por quien a su llegada había preguntado el joven viajante (siempre lo hacía) y siempre quedaba un billete para él. Casimiro, veía en mi marido al hermano que se había tenido que marchar, a trabajar a Elda por no tener medio de ganarse la vida en La Mancha, después de desayunar, mi marido quiso tener un detalle, con el hombre que conseguía que siempre pudiera viajar en el primer tren y al pasar por delante de la mujer que vendía los ciegos, le compró dos tiras, las cuales resultaron premiadas con veinticinco mil pesetas cada una, las cuales se repartieron, a Casimiro le ayudaron mucho y al solete de mi marido, le sirvieron para pasar días de vino y de rosas en Torremolinos. Mañana el fin 1ª parte de 2.-pepaherrero

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