martes, 24 de julio de 2012
LAS FIESTAS DE VERANO
Nadie hubiera dicho, que entre dos pueblos condenados a entenderse, pudiera haber tanta rivalidad y tanto encono. Don José era el cura de Villanueva, a sólo once metros, se encontraba Villavieja de abajo, como no podría explicar nadie, Villanueva, quedaba por debajo de Villavieja de abajo que estaba regida por don Pedro el herrero, hombre fornido y más bien tirando para brusco. Don José, allí abajo era un cura de gran carisma tanto en el pueblo, como en la capital, donde tenía grandes amigos, el juez, el alcalde y el señor obispo, se contaban entre sus más visitadas amistades.
Las fiestas de Santiago apóstol, la celebraban ambos pueblos y como es natural, coincidían el veinticinco del mes de julio de cada año. Los mozos de ambos pueblos, competían por ser los mejores y los que mejor celebraban sus fiestas, pero este año, por aquello de la crisis, parecía que las fiestas iban a ser más pobres que otros años, si bien a los de Villanueva, dos José, ya les había prevenido que la cosa se iba a poner bastante chunga con lo de las subvenciones del ayuntamiento y todos los de las peñas, habían resuelto, hacerlo por lo antiguo, se celebraron verbenas los sábados por la noche, a los de Villavieja de abajo, las entradas les costaban dos Euros más que a los de Villanueva, si bien ellos nunca llegaron a enterarse.
En Villavieja de abajo, don Pedro, pensaba que el ayuntamiento podría ayudar a la gente joven para que tuvieran unas buenas fiestas, en la última reunión del consistorio, pidió a todos los concejales, que se rascaran los bolsillos y que si alguno se quedaba atrás, que se olvidara de las próximas elecciones, por lo que todos estuvieron de acuerdo en colaborar. El señor alcalde, no podía ser menos que sus concejales y aportó la paga extra de Navidad y los cinco jamones, que las peñas sorteaban durante la celebración de la gran verbena, los dos pueblos lucían como grandes luminarias en las estrelladas noches del julio montañés.
A la hora de la misa, don José, miró a sus fieles y se llenó de orgullo, a la derecha, todos los habitantes de Villanueva y a la izquierda, los de Villavieja de abajo con su alcalde a la cabeza, la misa era cantada, por lo que todos los años duraba casi una hora, se encargaban de cantarla, los jóvenes de ambos pueblos a medias, los años pares, cantaban las mujeres de Villanueva y los hombres de Villavieja de abajo y los impares, al contrario.
Bajando la cuesta, por la tarde, los de Villavieja de abajo, sacaban sus entradas para ver la corrida, desde los tendidos de sol, mientras los de Villanuena, ocupaban los tendidos de sombra. La corrida empezaba y entre los unos y los otros, se empezaban a lanzar las puyas, que poco a poco iban subiendo de tono y que por la noche, después de la procesión, (que cada año se celebraba en un pueblo) terminaban en la gran pelea de frutas y huevos que todos los años se celebraba y que de común acuerdo, cada año, ganaban los de un pueblo. Al principio la gran batalla, terminaba con un gran número de cabezas abiertas, las que más, las de don Pedro el herrero y alcalde de Villavieja de abajo y la de don José, cura de Villanueva y encargado de la supervivencia de los dos pueblos, hace cinco años, a don Pedro, se le fue la mano y hubo que llevar a don José al hospital capitalino, pensaban que no tenía solución. Los que eso creyeron, creyeron mal, al cabo de dos horas, don José estaba buscando al chorizo de don Pedro. Después de más de dos meses sin hablarse, llegaron a la conclusión, que si seguían así, un año tendrían una tragedia, por lo que de común acuerdo, decidieron que cada año ganara un pueblo. A las doce en punto, hacían estallar los castillos de fuegos artificiales y tras la traca final, se daban el abrazo fraternal y acababan con toda la comida que entre todos, habían podido juntar, estáis todos invitados para el próximo año. pepaherrero
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