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lunes, 31 de diciembre de 2012

DE LA SAGA DEL RUBÍ 2ª PARTE DE 3

Todo lo que entre la Dolores y el Manuel ganaban en su honrado negocio, o se lo bebía, o se lo fumaba, o se lo esnifaba el Manolico, luego la familia de la Dolores, se negaba a darle más productos, para que se fueran sin dar sus beneficios. Cuando Manuel cumplió los nueve años, entre cuatro amigos del barrio, su hermano Gero y él, le dieron el palo a aquella furgoneta, que habían dejado a la puerta de su casa, en la mariconera encontraron mil ochocientos Euros, un teléfono móvil y un carnet de identidad. Cuando Manuel vio llegar al payo, no se lo pensó dos veces, le contó que había visto a los que habían sido y se ofreció si le daba algo a ayudarle en recuperar lo que le habían robado. Hicieron buena amistad, el payo debía de perder algo de aceite, le gustaba coger al Manuel del hombro, el segundo día después del robo, un niño le ofreció venderle al Manuel la tarjeta del móvil robado y aunque le pidió una buena cantidad, el Manuel dijo que lo convenció con veinte Euros que le dio y una paliza cuando quiso sacarle más dinero. El payo al que le habían robado, tenía que ser muy tonto, para dejarse timar por un niño de diez años, pero en la Universidad de la calle, se aprende pronto. El Manuel le contó al payo, que había oído decir a otros niños, que si se hacían con el domicilio del payo, a través de la matricula de la furgoneta, podrían dar un palo en la casa del payo. Tanto miedo llegó a coger el dueño de la furgoneta, que dos días después, en Trafico, ya constaba la furgoneta a nombre del padre de Manuel…titular Manuel Rodrig…Varg…bueno si no era así ¿Qué más da? Lo cierto, es que unos días después, montaron la empresa de “Chatarras El Manuel”. Le pusieron ese nombre, por que así nadie tendría dudas de quien era el negocio y nadie se atrevería a tocar lo que no era suyo. La noche, también era parte de la banda del Manuel, a veces, desde el contenedor, espiaba toda la zona y en el disco duro de su cerebro de niño de diez años, grababa todo el perfil del barrio al que ese día visitaban, luego cuando era un poco más tarde, dejaba a su padre descansando y él y sus compañeros de banda, hacían alguna incursión en los sitios donde Manuel pensaba (y casi siempre acertaba) que había “candela”. El Manuel tenía la norma, de no hacer reparto de bienes, los bienes siempre se los vendía él al Amaro y luego, dos meses después, se hacía el reparto entre todos a partes iguales, la mitad para el Manolo y la otra mitad entre los otros, que a su vez, tenían que darle diez Euros cada uno al Gero que p´a eso era el subteniente de la banda.

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