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miércoles, 18 de julio de 2012

LAS SANDALIAS DEL PESCADOR

Cuando recibí la llamada telefónica, aunque no me cogió de sorpresa, sabía lo que me esperaba. Mi sobrino-nieto Álvaro, personaje especialmente querido por mí y por mí marido, ha llegado a la Albufereta a pasar unos días con su abuela y nos invita a ir a pescar, esta tarde noche. A las siete de la tarde, habíamos quedado en la puerta de Mercadona. De allí iríamos a comprar los bártulos que le pudieran faltar, para una gran noche de pesca. En los pies, Álvaro traía las sandalias de playa de su padre…un cuarenta y tres… Los peces habían recibido la noticia a través de sus espías y la reacción, no se hizo esperar, aún no era la hora y por delante de mí casa, vi pasar varias bandadas de doradas y esparrallones, de princesas y de atunes, los meros abandonaron sus refugios. Algunos se pararon a la puerta de casa, haciendo sonar sus silbatos y consiguiendo que los vecinos, al cabo de un rato nos dijeran ¿qué, al Cabo?...pues sí, mira ha venido mí sobrino…sus rostros acusadores, parecían culparnos de lo caro que hoy iban a encontrar el salmón en la plaza. Álvaro, llegó dispuesto a todo, las dos cajas de lombriz que compró, le costaron más que si hubiese comprado unas buenas gambas. Y hasta llegar a completar lo necesario del equipo se tuvo que dejar el pobre, un par de escrituras, para poder pagar el pico, pero un buen pescador como él, no se rinde por esas minucias. Cuando llegamos por fin al cabo de las Huertas, la marea estaba baja, peces, no se veían, pero perros, todos los que quisiera, mi marido hombre avezado en las pesqueras, aconsejó, que lo mejor era atacar primero a los bocadillos preparados para la ocasión, lo cual hicimos al momento, así le dábamos tiempo a la pesca a asimilar que habíamos llegado y lo habíamos hecho en son de paz. Los nervios de Álvaro, le jugaron una mala pasada, no pudo esperar y dejando el bocadillo en la sillita de campaña, se puso a preparar la caña, Linda, una perrita muy joven y juguetona, al ver aquel delicioso manjar, abandonado en aquella vieja silla, lo puso a buen recaudo y ni los gritos del dueño ni la carrera que se dio detrás de la coqueta, sirvieron para nada, antes de que su dueño la pudiera alcanzar, ya lo había compartido con Sultán, perro labrador negro y de gran alzada, que miró a mí marido con ojos de hambre y quizás en su mirada una pregunta ¿pasa algo, tio?. Por suerte la abuela de Álvaro, es mujer prevenida y había traído un bocadillo de emergencia. En fin, no habíamos tenido en cuenta una cosa muy simple, todo pescador sabe, que los martes, es el día del cine-Mediterráneo y todos los peces del barrio, se pueden beneficiar de un buen descuento en la compra de las entradas, además ponían Tiburón 2 y por el precio de la entrada los pececitos, podían llevar gratis a sus novias. Así nos lució la noche…con la poca luz de la casi agotada pila de la linterna, pusimos rumbo a casa, mi marido, iba dándole explicaciones a Álvaro, sobre temas marineros y por las rocas del cabo oí decir aquella poesía…si ambas luces de un vapor/por la proa has divisado/ debes caer a estribor/ dejando ver tú encarnado…/si das verde con su verde,/o encarnado con su igual/entonces, nada se pierde/siga a rumbo cada cual…. La noche fue inolvidable, la abuela de Álvaro y yo, charramos de nuestras cosas y de nuestras cosas nos reímos. Los hombres de la expedición, hablaron de sus cosas, Álvaro y su viejo amigo, siguen pegando la hebra, como si siguieran siendo los niños que eran, cuando Álvaro apenas tenía tres años y ya esperaba a su viejo amigo, para hacer viviendas para todos y mi marido era el maestro y el niño el aprendiz. En un momento dado le preguntó mi marido ¿Álvaro, trabajas o qué? Y Álvaro le contestaba que todavía era niño y que su trabajo era estudiar, pero que no le pagaban por eso, al contrario, tenía que pagar su padre…diez años de niño…diez años de orgullo para sus padres…y al llegar a casa de la abuela, la despedida…adiós viejo amigo. Ya sin abuela y nieto, el Xsarita Picasso, puso rumbo a casa…noche maravillosa…pepaherrero

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