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sábado, 7 de abril de 2012

MI GORRIÓN (UN DRAMA ANUNCIADO)

Ayer fue el fatal día. Y ya sé que ella no tuvo la culpa, lo que pasa es que a veces, nos dan el pie y nos tomamos la mano y eso es lo que le pasó ayer a mi gorrión y a toda su pequeña familia, no hace muchos días, ya se lo advertí. ¡mira Pichi, que te estás pasando y Noelia no te conoce de nada! y si tú tienes cuatro hijos de los que cuidar, ella también tiene unos preciosos gemelos y como buena madre, tiene la obligación de cuidarlos y como comprenderás, con tú nido hasta el borde de la ventana, por mucho que ella quiera aguantar… sencillamente no puede, tú no quieres comprender que los humanos, tenemos otro sentido de la amistad, yo no tengo de nadie que preocuparme y por eso, hasta me hacen gracia tus pequeñas cosas, pero también entiendo a Noelia y si me dan a elegir, no tengo más remedio que ponerme de parte de ella, máxime si apela a la salud de sus hijos y como comprenderás, para una madre, eso es lo primero y para su vecina también. Salimos por la mañana mi marido y yo, quisimos celebrar el viernes santo, con una buena caminata y llegamos hasta Cala Palmera, recorriendo toda la zona, empezamos a deshacer el camino, encaminándonos hacia la playa de la albufereta, para nosotros, la zona del cabo de las Huertas, tiene el encanto especial de haberlo conocido salvaje, en su suelo aún sin asfaltar y ni tan siquiera urbanizar, ya hace muchos años, hicimos una foto con aquella máquina china, que tan buenas fotos hacía, la foto era de premio, en medio de un camino, que nos llevaba a abandonar el cabo, camino de Alicante, después de pasar todo el día pescando (sin mucha suerte por cierto) pusimos nuestro querido Simca mil rumbo a casa. Quizás deslumbrados por las luces del coche (o tal vez, por el hambre que llevaban los gazapos) pensaron que ya nos apartaríamos nosotros, así que ellos, ni se movieron. Mi marido no tuvo más remedio que parar y sacando la cámara del bolso donde yo la había metido, aún tuvo tiempo de sobra, para apretar el disparador y ver como a la luz bestial del flas, toda la familia puso píes en polvorosa, sin ni siquiera dejarnos una dirección a donde mandarles una copia de tan insólito momento. En ella quedaron plasmados una madre sentada en el suelo y como si de un canguro se tratara, las manos caídas y los brazos levantados, mientras la camada de siete gazapos, se peleaban, buscando un pezón donde saciar su hambre (pero esta es otra historia). Al llegar a casa después de la gran caminata, escuché extraños ruidos, al principio me sorprendieron, pero cuando mi cerebro captó lo angustioso de aquel drama, lo único que pude hacer, fue dirigirme hasta la ventana, para ver si podía paliar aunque sólo fuera un poco, el desastre allí cometido. Pobre Pichi y pobre su señora gorriona, él trataba de darle consuelo y con su ala, la acariciaba, ella, lloraba y lloraba sin consuelo. Entiendo que la vida es dura, pero ellos saben que la vida de unos gorriones urbanos, tiene sus peligros. Espero que algún día, mi amigo Pichi aprenda, que ocupe sólo mi parte de ventana, o bien que cuando haga su nuevo nido, tenga presente, que ventana a dentro, también otros gorrioncillos, tienen el calor de su madre, que los defenderá con uñas y dientes, sin importarle quien caiga. A pesar de todo, lo siento familia de gorriones y sobre todo el triste destino de vuestros hijos. pepaherrero

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