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viernes, 16 de septiembre de 2011

A BUSCAR SETAS AL BOSQUE

Todos los años, al llegar estas fechas, hacemos nuestro viaje a los montes que separan a Onil de Bañeres y casi siempre volvemos contentos y con grandes ilusiones, pensamos que el año va a ser bueno para las setas. Nunca y bajo ningún concepto, hemos tocado una seta, además de no conocer cuáles son comestibles, si que tenemos claro que cada una de estas bonitas casas de distintos colores, son la morada de los genios, de los malvados trolls, de los pitufos y de otras especies de habitantes del bosque, por lo que con el buen fin, de no dejar a nadie sin su casa, sólo nos limitamos a hacer las fotos de rigor de todos los años.

Ya hace más de cinco años, nos acompañaron mi cuñado y mi cuñada, interesados por las historias de setas que les contábamos y fue cierto, que una de ellas, tenía un sombrero de más de medio metro de diámetro. Como siempre, dejamos el coche aparcado en una zona, donde no molestaba a nadie que pudiera pasar por allí y provistos de nuestra pequeña cámara fotográfica, nos internamos por un sendero en la espesura del bosque. Entre bromas y arañazos de los chaparrales, la tarde discurría alegre, cuando de momento, algo nos hizo tratar de prestar más atención, a lo que ocurría a nuestro alrededor, parece que algo o alguien, hacía ruido en la parte más oculta del bosque, donde después de luchar con chaparrales y otros arbustos que cerraban la zona, una explanada, donde las setas parecían haber construido una bella ciudad, se ofrecía a la vista de quien más curioso y a costa de arañazos, se había abierto paso hasta allí.

Las setas de aquella fantasmal ciudad, parecían tener vida propia y después de prestar mucha atención, pudimos ver con todo nuestro asombro, una comitiva de pequeños seres, que con sus trajes de colores tan bonitos y tan ocres, como sólo alguien con mucha fantasía puede llegar a ver, llegaron a nuestro lado. Encabezaban la comitiva, dos ancianos de luengas barbas, seguidos por otras tantas ancianas que en dos diminutos cojines eran portadoras de minúsculos panes y botellas de un licor que luego supimos que era "janta"
bebida hecha con extracto de varias flores silvestres, que florecen al final del verano y corteza de ciertos arboles que aunque estaban a nuestra vista, nunca sabríamos que arboles eran. Detrás seguían cuatro pequeños seres que a lomos de saltamontes, parecían los encargados de mantener el orden y que fueron los que poniéndose delante de nosotros y sin importarles nuestro tamaño, nos amenazaron con grandes desgracias, si no permitíamos que el cortejo pasara justo por donde nosotros nos encontrábamos.

Los seres proponen y los Dioses disponen. Quiso la suerte (o la mala suerte) que en aquellos mismos momentos, una de esas tormentas de verano que tanto se hacen esperar y tanto se desean, a la orden de aquel enorme relámpago y después de deslumbrar a humanos y a pequeños seres, inundara la montaña con una cortina de agua, con gran riesgo para la comitiva, que no tuvo más remedio que refugiarse en el fondo de nuestros bolsillos, donde aunque mojados y ateridos de frio, consiguieron salvar la vida y en agradecimiento, nosotros fuimos invitados a la boda de Encár y Nadón.

Nuestros amigos, después de hacernos pasar la tarde más bonita de nuestras vidas y en agradecimiento a haberles salvado la vida (no por nuestros meritos, sólo fue una causa circunstancial) nos hicieron jurar que nunca diríamos nada de su existencia, para no ser molestados en su vida de tan extraña ciudad. Hoy después del tiempo pasado, volviendo todos los años al mismo sitio y sin encontrar ni rastro de aquellos pequeños seres que hoy sabemos que eran los famosos "Minset" descendientes de distintas razas de "genios" desde gnomos hasta...Bueno que importa. Hoy se que abandonaron la zona y por eso, me decido a escribir esta historia. NOTA.- Si alguien tiene conocimiento de a donde se dirigieron los "Minset", que me lo haga saber, tengo algo que sabe muy bien para devolverles.
pepa herrero

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