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domingo, 19 de agosto de 2012

EL DOLOR AJENO

Por allá por los años ochenta, llegó hasta nosotros una película desgarradora, “EL HOMBRE ELEFANTE”. Cuando el doctor encontró aquel raro ejemplar en el circo, quiso ayudarlo y le llevó a su hospital, el director del circo, trató de hacerlo pasar por retrasado mental dejando ver que podía ser potencialmente peligroso, las enfermeras del hospital tenían miedo de atender al hombre elefante. El doctor quiere presentar al ser deforme a sus compañeros, como raro espécimen fisiológico, al regreso al circo, el dueño del mismo, golpea al hombre elefante con tanta saña, que un aprendiz se lo cuenta al doctor, el cual hará todo lo posible, por ayudar al enfermo. El enfermo, a petición del doctor, es colocado en una sala de cuarentenas. La encargada de la sala, una mujer de mal carácter, consigue que el gobernador del hospital, le niegue la estancia en el hospital, alegando que no es sitio para incurables, el doctor, consigue que el enfermo hable y poco a poco, va demostrando una sensibilidad y un saber que a todos asombra, el gobernador del hospital, deja que el enfermo, siga internado, sin oponerse a ello. El enfermo, día a día va demostrando su capacidad para adaptarse a la vida del hospital, hace el dibujo de la iglesia que contempla desde su ventana. Un día, el doctor, a la vista de la evolución del enfermo, decide llevarlo a tomar café a su casa, al encontrarse frente a la señora del doctor, el enfermo se sintió tan honrado de ser invitado de tan importantes amigos, que llegó a confesar sus más íntimos tesoros, al enseñarle la foto de su madre, les confió el orgullo que sentiría al ver a su hijo tan bien considerado. Poco a poco, fue adquiriendo conocimiento de la más alta sociedad, llegando a hacerse amigo de una gran estrella de cine, el tiempo va haciendo que sea considerado como alguien que merece pena y compasión pero en el hospital, se plantean el hecho de tener a semejante personaje, como si de otro circo se tratara y se plantean el hacer abandonar al enfermo a sus suerte. La princesa de Gales llegó para dar la noticia que la reina, había decidido que el enfermo podía seguir usando su habitación en el hospital de por vida, pero mientras tanto, el dueño del circo, volvió a hacerse cargo del enfermo, volviéndolo a exhibir en su circo y maltratándolo por costumbre. Con la ayuda de sus compañeros de infortunio en el circo, el hombre elefante, consigue huir, pero en la huida hace caer a una joven, por lo que es perseguido por la gente y mientras huía, gritaba, que sólo era un hombre…SÓLO SOY UN HOMBRE…la policía, lo devolvió al hospital. Estaba claro, que su muerte estaba cercana, rodeado de sus amigos se fue apagando y a la hora de su muerte, una visión de su madre, le ayudó. Y murió citando a Alfred Lord Tennyson…nada va a morir. Joseph Merrick, el hombre elefante, murió el año mil novecientos ochenta, fue respetado como lo que fue. Murió como un hombre, pero nos dejó la leyenda del “HOMBRE ELEFANTE” pepaherrero.

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