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lunes, 13 de febrero de 2012

...QUIEN ERA AQUEL LEGIONARIO

De que era un hombre duro, no cabía duda. Con uno casi noventa y un porte atlético, dijo llamarse Marcial y era marcial, guapo y de muy buen porte. En el banderín de enganche, más de uno, lo miró con buenos ojos, pero lo suyo era otra cosa y si alguien no podía tener queja de él eran las mujeres, mujeres hubieron muchas en su vida y alguna de ellas, es posible que no le dejaran buenos recuerdos. Cuando cumplidos los trámites, ya pudo llamarse legionario, cuando pudo llamarse legionario y vestido de uniforme y con los correajes brillando como ópalo bruñido, pudo salir a la calle, Ronda pareció hacerse más pequeña. Era tanto el poderío del paso de aquel legionario, que todos se apartaban para dejarlo pasar y nadie era capaz de no volver la cabeza, para dar testimonio de lo que era “un legionario”. Cuando cumplió los dieciséis años, su espíritu era aventurero y aunque de fondo amable y buenos sentimientos ( o quizás por eso ) pensaba que el mundo tenía arreglo y desertando del clan familiar, llegó hasta aquel anuncio en el que pedían soldados de fortuna, no miró las condiciones, estampó su firma y después de visitar varios países haciendo instrucción y aprendiendo a matar y a sobrevivir, pasaron los cuatro años más duros de su vida, aprendió a pasar hambre, a pasar sed, a ser duro consigo mismo y con los demás, aprendió la lucha por guerrillas y la lucha cuerpo a cuerpo y a partir de aquí, empezó a conocer la guerra de verdad. En el año dos mil uno, cuando los Estados Unidos de América, entraron en Afganistán, Marcial marchaba al frente de una columna de guerrilleros y sobresalía de entre todos por su figura de gladiador. Cuando su patrulla fue atacada y sólo tres hombres sobrevivieron, gracias al altruismo de Marcial, su nombre se hizo famoso desde Bagdad hasta Samarcanda, ¡no! No recibió ninguna condecoración, en su patrulla la condecoración única era la muerte en servicio, pero también era la buena fama, la confianza de sus jefes y de sus compañeros, todos sabían que Marcial nunca dejaba abandonado a un compañero. Antes la muerte que el deshonor era el lema de su grupo. Destacó en muchos combates y en un atentado donde murieron varios políticos, arriesgando su vida y luchando contra gente de Al Qaeda, salvó la vida de varios de ellos, siendo herido de gravedad en varias partes de su cuerpo. Su fuerte naturaleza, hizo que sus heridas curaran casi de forma milagrosa. En aquel hospital, no todo era bueno, pero cada día, se encontraba más fuerte y su deseo de volver a la lucha, era más fuerte que su dolor. Cuando aquella mañana, todas las personas que trabajaban en aquel hospital llegaron, pronto se vio que algo pasaba, las carreras, los uniformes limpios y el zafarrancho de limpieza, hacían presagiar la llegada de alguna visita importante. La comitiva era grande y grandes los preparativos, a pesar de sus heridas, Marcial, se tuvo que enfundar un uniforme que le venía casi pequeño y no pudo en toda la mañana tomar asiento, ni salir de la sala, ya muy cerca de las doce de la mañana, cuando algunos miembros de la comitiva, ya habían sufrido desmayos y habían tenido que ocupar las camas que quedaban vacías (otros tuvieron menos suerte y los acostaron detrás del hospital, en el duro suelo. Bueno, como os decía a las doce, se oyó sonar un cornetín de órdenes y todo el mundo se colocó en su sitio y todos se cuadraron. Entraron varios altos cargos y en medio de todos ellos, el presidente del gobierno Hamid Karzai en persona, saludó a aquel héroe y le dio las gracias por su valentía y en ese mismo momento, le ofreció ser parte importante de su guardia personal. Le dio las gracias Marcial al presidente y con toda humildad le pidió que lo eximiera de ese trabajo, ya que su honor era morir al lado de sus compañeros.

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