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jueves, 24 de noviembre de 2011

EL BURRO Y LA NORIA

Cerca de unos prados, que hay en mi lugar, pasaba un borrico, por casualidad…Pero ¡No! No era el burro de la fábula, ni aquel burro platero, ¡No! Ni siquiera un burro de los que todavía rebuznan allende nuestros campos. Aquel, era un burrito Chino para más señas y toda su vida trabajó llevando las redes que su dueño arreglaba, a todos los barcos de pesca que habían en el puerto. Al parecer, la historia se la contó el Chino Sin-Chí a su amigo, el divino Rafael… Estela el día que este le pidió que le dejara hacerle un dibujo.
Desde que vino al mundo Jú-Men, en la aldea de pescadores, todos lo adoptaron como mascota del puerto, su dueño estaba orgulloso de él y decía que lo que no supiera Jú-Mén del puerto, no valía la pena preguntárselo a nadie, pues no obtendrían respuesta, a veces Sin-Chí cuando terminaba su trabajo, se pasaba por la casa de No-Toi, la jornada había sido muy dura y ¿a quién no le apetecía fumarse una buena pipa? En esta casa todos conocían el mal genio de la dueña y el buen opio que allí se fumaba, pero si alguien trataba de coger lo que no era suyo, lo único que podía conseguir es llevarse a su casa unos buenos latigazos de la dulce y gran mujer que era No-Toi, así que al despertar, sabías que lo que llevaste en los bolsillos, lo tendrías en el mismo sitio.
En esos días, Jú-Men, se quedaba en la calle, triscando en la hierba tierna y jugosa que frente al portal del fumadero se encontraba en el descampado y de paso, siempre tenía alguna noticia (bueno, noticia no, más bien eran cotilleos) que al bueno de Sin-Chí, con la cabeza cargada por los efectos del humo, cuyos vapores, para su desgracia se le iban pasando, le sabían a historias para Chinos, pero luego cuando después de haber ingerido la sopa del día y haber conseguido asentar la cabeza, siempre les sacaba algún producto con el que poder llamar la atención de los dueños de los barcos, para que estos estuvieran deseando que llegara la hora de llevarse y de que trajese las redes reparadas, las historias de Sin-Chí, eran las más bonitas que se contaban en todo el puerto, sobre todo cuando se trataba de algún gran personaje, ya que la vida de estos señores era casi como si de hablar de Dioses se tratara.
Cuando a Sin-Chí, le abandonaron las fuerzas y ya no fue capaz de mover el peso de las redes, encontrándose sólo en el mundo y viendo de cerca la muerte, con el único fin de asegurar el porvenir de Jú-Mén, se lo llevó al señor de la aldea, para que lo tratara con todo el cariño y se aprovechara de sus servicios, ya que nunca podría encontrar un burro tan bueno y tan fiel como aquel. (A los pocos días el pobre Sin-Chí murió, sin dejar de pensar en su burro.
El señor de la aldea, mandó atar al pobre burro a la noria, y nuestro simpático animal, tratando de hacerse el simpático, le habló a la noria y le contó historias del puerto, le contó como aquel gran señor, compró a la niña huérfana y la hizo su amante oficial, pero la noria, no le contestaba, trató de interesarla en otro tipo de historias, en el descampado de la casa de No-Toi, siempre había una hierba superior…Pero la noria, no le contestaba. Pasaba el tiempo y Jú-Mén empezó a sentir la nostalgia de los tiempos del puerto y un día se murió, esperando volver a encontrar a Sin-Chí en otra aldea o en otro puerto. Al terminar de contarme el cuento, una lágrima brillaba en el rostro del Divino Rafael…Estela. pepaherrero

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