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martes, 1 de enero de 2013

DE LA SAGA DEL RUBÍ-FÍN

Cuando tenía siete años, mientras su madre vendía la farlopa a través de las rejas de la casa, el Manuel, iba y venía por la calle, no perdía de vista a nadie ni a nada, tan concentrado iba en su trabajo, que no vio a aquellas dos mujeres, acompañadas del Payo con su uniforme, cuando quiso dar “el agua” el guardia ya lo tenía cogido del brazo y le estaba preguntando el porqué de no estar a esas horas en la escuela, el pobre e indefenso niño, no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su rostro y entre sollozos y fuertes toses, les hizo saber que por estar enfermo no podía ir a la escuela y que si estaba en la calle, era por que su pobre madre, enferma y a punto de dar a luz no podía salir a la calle, pero que en llegar a su casa, se iba de cabeza a la cama, hasta que se le pasara la fiebre, pero antes haría una sopa para su madre, con un pedazo de pan que había recogido en una ventana, daría la mitad a sus hermanos y con la otra mitad, podría comer su madre y si el farmacéutico le fiaba unas medicinas, se las daría a su madre y las tomaría él. Las dos mujeres y el guardia, escuchaban con lágrimas en los ojos a aquel pequeño niño capaz de tantos sacrificios y echando mano a sus bolsos, le dieron una ayuda de veinte Euros cada uno de ellos, para que pudiera atender a toda esa desgraciada familia. Va a dar comienzo el Ramadán y los árabes del barrio, se preparan para celebrar su fiesta más dura y más respetada, mientras todos los árabes hacen sus preparativos, el barrio es un hervidero de personas en busca de las cosas que en esas fechas, les son más necesarias. En el barrio vecino los payos han montado un control policial, hasta siete coches de los vecinos del Manuel, están esperando para ser cacheados. Como quien no quiere la cosa, el Manuel y tres ayudantes, entre ellos su hermano Gero. Como si fuera una fiesta, se mezclan entre la gente que ha bajado de sus coches, obligados por la policía. El Manuel, no participa en la fiesta, con gran disimulo pasa a la altura del coche del Perico, sus miradas se cruzan, el Perico le da la espalda al niño y el Manuel, sacando un peine de su bolsillo trasero, peina sus cabellos, mientras tanto los tres ayudantes del Manuel jugando, han hecho caer con gran estruendo, la moto de uno de los payos que llegaron los primeros al lugar del control. Al caer la moto, se hace un fuerte revuelo, el niño, al parecer, ha sido herido por la caída de la moto, la policía se relaja en el control, nadie se da cuenta de que el niño que sube por la cuesta abandonando el barrio y que parece cojear, pero el Manuel, sabe que ha hecho un buen trabajo, cuando mañana se vea con el Perico allá en las tapias que cercan el cementerio, muy lejos del barrio, el Perico le dirá que se ha portado como un hombre y le dará un buen pellizco y algo de mercancía…mientras tanto, los árabes, ya estarán esperando ver la última raya de sol en el cielo, para empezar la cena de su primer día del Ramadan. pepaherrero

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