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domingo, 27 de enero de 2013

SANTA MARÍA Y LA MOLA

A penas, tenía diez años y aquel domingo nos levantamos muy pronto, la excursión era siguiendo el cauce del río Vinalopó, mis hermanas con las amigas, ya hacía tiempo que habían programado la excursión, fue tan sencillo, como salir de casa y a los pies del chalet y haciendo frontera con él, el río se encargó de llevarnos siguiendo su cauce. Cuatro jóvenes y una niña, los almuerzos en las mochilas y la alegría en los rostros. Vamos al Castillo de Novelda. El paseo no se hace pesado, siguiendo el cauce del río dejamos atrás Elda, por algunos sitios el cauce del río desaparece, pero casi siempre nos acompaña, camino de su desembocadura allá en el pantano de Elche, desde donde vuelve a hacer camino, llegando hasta desembocar en los azarbes y perdiéndose camino del río Segura. Muy cerca del río, la estación de Monovar, todavía en término municipal de Elda y un poco más adelante, el puente del Sambo, de porte impresionante, hace posible la línea ferroviaria de Alicante a Madrid. Sin dejar el cauce del río, ya se van viendo las viñas, donde la uva de Aledo ha hecho junto con sus fábricas de mármol famosa a esta región alicantina, al poco tiempo de perder de vista el puente, a lo lejos se empieza a ver el castillo, a los pies de la sierra de la Mola y junto a él, el santuario de Santa María Magdalena, ahora, después de casi tres horas andando, el camino se hace más corto, viendo acercarse nuestro objetivo. Un poco cansadas, llegamos a los pies de la montaña y siguiendo la carretera y por algún que otro atajo, llegamos hasta la explanada, objeto de nuestra excursión, subiendo las escaleras de lo que antaño fue fuente y zona de cocinas, nos vimos en el santuario, al parecer, su diseño fue de un arquitecto de Novelda, que estudió en Barcelona y de ahí el parecido (en la distancia) con la sagrada familia. Aquella vez, tuve la suerte de poder subir a la torre de la derecha y desde ella, es impresionante la vista que se ofrece de todo el término de Novelda hasta la pequeña montaña, donde el río desaparece en una cueva excavada por el hombre, saliendo a la parte sur, donde se ubica el pantano de Elche. En lo alto del pequeño montículo, se ubica una ruina medieval y contaban que dentro existía un túnel, que llegaba hasta el castillo, (cosa que me extraña por la distancia entre ambos) pero como historia es bonito. Al subir a la explanada donde se ubica el santuario y la edificación medieval, había una simpática cantina, (después, se convirtió en un edificio, que fue ocupado por monjas) en la cantina, se podía comprar gaseosa la casera y hasta algunos refrescos de una marca muy conocida para mí, ya que los fabricaba un tío mío, en el ábside, se encuentra el camarín de Santa María Magdalena y detrás había un cuadro de Gastón Castelló. Al entrar en la zona amurallada, a mano izquierda, una torre de cuatro esquinas, se encontraba cerrada, pero a continuación y en la torre triangular, única en toda Europa, se podía visitar y por una angosta escalera, después de pasar por una vacía estancia, se llegaba a lo alto de la torre, desde donde se volvía a experimentar, la belleza del paisaje. Allí en lo alto de la torre, nos comimos el almuerzo, las mayores, se hicieron fotografías y yo tuve tiempo de soñar que era la princesa prisionera del dueño del castillo, esperando ser rescatada por el príncipe azul. Al año siguiente tratamos de volver a hacer otra vez la excursión, pero una fuerte lluvia, hizo que el río creciera de tal forma, que nos fue imposible seguir su cauce, pero cada vez que he tenido ocasión, he repetido la excursión. Y de vez en cuando, siento la necesidad de volverla a hacer, aunque ahora siempre es en coche…pepaherrero

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